La única motivación y pasión que me mueve a hacer lo que actualmente hago es la gloria de Yahwéh Jesucristo, y ver vidas transformadas por el poder del evangelio eterno.
Historia de la FAMILIA DE DIOS
¿Cómo nació este nuevo mover espiritual?
Nació en Marzo del 2008, pero el proceso del Altísimo con cada uno de los líderes fundadores se remonta a muchos años de formación y preparación para descubrir la tierra prometida.
Se entiende que todo nuevo mover espiritual verdadero se debe a un común denominador, insatisfacción al status quo y organizaciones que en algún momento fueron la alternativa de Dios para el mundo. El combustible que utiliza Yahwéh para crear una visión comunitaria y traer una renovación espiritual es el descontento con cualquier odre viejo (Mateo 9:17; Marcos 2:22). ¿Cuál fue la zarza ardiente que Yahwéh uso para que naciera la familia de Dios? Primero fue sentir que nunca habíamos formado parte de una comunidad auténtica.
Un sentimiento general de estar siendo utilizados para fines y logros personales con un disfraz religioso y piadoso. Anhelábamos una organización bajo el gobierno del Espíritu Santo, y que no fuera liberal ni legalista sino auténticamente bíblica. La iglesia a nivel mundial esta manchada con corrupción y nepotismo, reflejando una imagen deformada del evangelio y del Eterno, la realidad del pecado no se puede negar, pero nosotros hemos tomado en serio el mandamiento de ser santos, porque Yo Soy Santo (Juan 8:11; 1 Pedro 1:13-23; Efesios 5:27).
Desde el inicio se resolvió cambiar cualquier cuadro abominable que desfigura la gloria de Dios (Ezequiel 8:1-18), y el modelo que se abrazó para renovar la iglesia es imitar a Jesucristo en naturaleza y conducta (1 Pedro 2:21; Mateo 11:29; Juan 13:15; Hebreos 3:1; 12:2; Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18; 1 Juan 3:2). La iglesia es columna y baluarte de la verdad, de manera que la santidad, el amor y la verdad son las marcas de ese sacerdocio santo y de esa casa espiritual (1 Pedro 2:4-9).
El pueblo de Dios tiene la responsabilidad de cultivar la pureza espiritual, moral, doctrinal, ética, relacional y vocacional, comprendiendo que el trigo y la cizaña siempre van a coexistir en el mundo actual (Mateo 13:30). Con la primera venida de Jesucristo a la tierra, el reino de los cielos ha sido inaugurado y que será consumado en su segunda venida, y fue abierto expulsando demonios, sanando a los enfermos y predicando las buenas nuevas de salvación (Lucas 11:20).
El verdadero equilibrio es mirar hacia atrás y hacia adelante, la realidad actual y el futuro escatológico, la inauguración y la consumación (Mateo 12:28-29; Lucas 16:16; 17:20-21; Marcos 10:15). Aspirábamos ser parte de algo grande para la gloria de Yahvéh Dios con el fin de llevar una vida llena de significado, y estábamos cansados de vivir bajo la sombra de agendas egoístas y monopolios religiosos.
En la primera reunión formal que se celebró en un pequeño salón, después de esa concentración reinaba la confusión y el caos emocional y mental, parecía que nadie quería seguir ya con ese proyecto, era obvio que el enemigo quería anular la voluntad de Dios. Sin embargo, en medio de esa crisis espiritual, el Espíritu Santo siguió trabajando con algunos integrantes que se levantaron con mayor fuerza y determinación. Vislumbrábamos una organización/iglesia que ofreciera vida, esperanza, verdad, justicia, respecto y entusiasmo. Una organización que se midiera por la acción y no por las palabras.
Un liderazgo que estuviera dispuesto a pagar el precio para inspirar al pueblo, pero con la presencia de Dios y no con sustitutos carnales y fuegos artificiales. Una iglesia que se convirtiera en una alternativa irresistible para la gente que vive alejada de Dios, y restaurar la altura del verdadero evangelio. ¿Qué fue lo que Yahwéh Elohim nos dijo en la zarza de ese descontento espiritual? Convertiré esa insatisfacción, frustración, y esa tormenta de decepciones en algo que traiga gloria y honra a mi nombre (Ezequiel 36:20-27). La necesidad más grande de todo ser humano es conocer y disfrutar la vida de Dios (Juan 14:6; 17:3). ¿Cómo fingir indiferencia hacia aquello que Dios tiene un compromiso profundo? Todos sabíamos que el Señor Jesucristo nos estaba llamando a participar en algo nuevo.
En ese entonces gracias a la ingenuidad de desconocer todos los procesos legales que involucra legalizar una organización y levantar una iglesia, avanzamos con la convicción que el Señor Jesús iba delante de nosotros por medio del Espíritu Santo abriendo el camino y guiándonos. En esa época lo único que le podíamos ofrecer a los disgustados, afligidos, decepcionados, endeudados, y a todos los que se encontraban en amargura de espíritu, era y es la promesa de Su presencia y la semilla de un futuro mejor (1 Samuel 22:2).
No había recursos ni siquiera un lugar donde congregarse, pero contábamos con la promesa y el sueño de ver el nombre de Dios glorificado. Luego algunos fundadores transmitieron la idea de ir a buscar un templo para reunirnos adorar al Señor Jesucristo comunitariamente, llegamos a una congregación de gente anglosajona, y después de doce años reuniéndonos en ese lugar de oración, el 13 de noviembre del 2019 se estaba comprando esa propiedad con la ayuda del Altísimo.
La aspiración era comprar un terreno grande para construir la sede central de la organización, el enfoque en dicha compra era no sobrecargar al pueblo pidiendo dinero adicional ni usar la sagacidad engañosa porque al final sería una estafa con un tinte de piedad. La meta del liderazgo en esa compra era seguir viviendo vidas normales sin recurrir al evangelio de la falsa prosperidad para cubrir un gasto fuera de la voluntad divina. Ningún creyente debe adoptar los caminos del mundo ni los criterios de la carne (naturaleza caída) para hacer la voluntad de Dios.
El camino del mundo y de la carne no son el camino de Dios ni de la Escritura (Génesis 4:3-7), es una hipocresía proclamar el reino de Dios y luego hacer esa voluntad con el espíritu y los criterios del mundo (Mateo 7:13-14; 1 Corintios 2:12-16; Santiago 3:13-18). No es suficiente pasar por la puerta estrecha (Juan 3:3-5), hay que caminar también por el camino angosto. Nadie debería convertir las piedras en pan, un falso evangelio bajo los términos del consumidor, en donde se ofrece entretenimiento pero nunca transformación.
Sin embargo, para experimentar la gloria de Dios, la iglesia debe dejar de promover la gloria del mundo y de la naturaleza pecaminosa sin dejarse encandilar con fuegos artificiales. Dentro de ese llamado comunitario, no había terremoto, ni vientos poderosos ni fuegos espectaculares, solamente un silbo apacible y delicado que se movía en el corazón de cada integrante (1 Reyes 19:11-13). Sabíamos perfectamente que el Señor estaba obrando y que nuestra responsabilidad era seguir el liderazgo del Espíritu Santo (Josué 3:3-13). ¡Dios quería cambiar nuestra historia para cambiar la historia de muchas vidas! Estábamos aprendiendo que Dios puede cambiar los hechos, en la voz apacible y delicada del discipulado, porque solamente una generación perversa demanda señales (Mateo 12:38-39; Lucas 11:29-32). Esa insatisfacción fue el medio que DIOS utilizó para producir en nosotros visión espiritual, y esa perspectiva divina cuando se captura genera indignación y transforma la vida de cualquier persona (Oseas 2:14-15). La visión de Dios es una imagen visual de las condiciones que no existen en el presente pero es un cuadro claro de un futuro diferente. Es crear con la ayuda del Espíritu Santo un mundo que mejora el presente, pero sabiendo de antemano que todos los involucrados tenían que abandonar cualquier motivación y agenda de ambición personal. El desafío era abrazar únicamente la agenda de Jesucristo y dejar de promover dos glorias al mismo tiempo. Dios es creativo y poderoso, y puede crear un mover único y significativo en cada organización cuando los odres viejos se han vuelto tóxicos y corruptos (Mateo 9:17; Marcos 2:22; Lucas 5:37).
Cada organización es distintiva y con una influencia especial para atraer diferentes grupos de personas, no es un plan divino para competir, es una estrategia divina para complementar. Cuando el Espíritu Santo empezó a trabajar en cada uno de los fundadores, estaban cansados de las monarquías evangélicas y del abuso del poder y de la manipulación. Todos soñaban con tener un lugar propio para adorar al Señor Jesucristo y en donde exclusivamente Él fuera el centro de esa adoración, y no ninguna personalidad carismática con tinte del anticristo (Apocalipsis 5:1-14). En ningún momento se pretende minimizar la importancia del orden administrativo, pero es un peligro obrar sin consejo y apoyo en equipo. El centro de toda atracción principal debe ser el Señor Yahshúa, porque un enfoque antropológico mina la auténtica espiritualidad. Desde el inicio se tomó la determinación radical de ser una organización con propósito y que este nuevo mover no sería gobernado por la agenda de un líder sediento y hambriento de poder (fama y dinero), ni por necesidades e inseguridades de líderes sin identidad bíblica. Ningún fundador quería que la iglesia girada alrededor de las tradiciones muertas, circunstancias, figuras carismáticas, y de las finanzas insensatas. Tampoco que esta organización gravitará alrededor de programas y mega edificios, entendiendo que ningún medio es malo cuando no se convierte en fin, y que la motivación inspiradora siempre sería la voluntad y la gloria de Yahwéh Elohim. La iglesia del Dios verdadero no existe para ahorrar dinero ni construir grandes torres babilónicas, existen para reflejar la gloria de Dios y rescatar a la gente del infierno. El reino de Dios no consiste en factores externos, no es un llamado a excitar la fantasía del hombre (Lucas 17:21). En ese entonces todos soñaban con ofrecer al mundo el componente más valioso, la presencia del Señor Jesucristo, y vivir como la familia de Dios aquí en la tierra. Desde el principio existió la fuerte convicción de permanecer fieles a la Escritura que no cambia, pero asumiendo el compromiso de ministrar en un mundo cambiante. Ya para ese entonces teníamos bien claro el propósito doble de la iglesia, el lado relacional y el vocacional (Mateo 5:13-16). La iglesia debe afectar la sociedad no cristiana, y al estar en el mundo debe mantener los valores y las convicciones de la Escritura, la naturaleza y los atributos de Dios sin transigir. La iglesia contemporánea ha estado viviendo un evangelio sin Jesucristo, sin la presencia y vida de Dios, un evangelio impersonal que no produce transformación. La verdadera influencia del evangelio procede de la unión, comunión y relación con la vid verdadera (Juan 15:1-110; Hechos 1:8). La pregunta en ese entonces era: ¿Qué estamos haciendo con Su presencia y con la verdad de Dios? Lo que hace único y diferente al pueblo de Dios es Su presencia y la evidencia de esa relación viva (Santiago 2:14-26). La influencia es el resultado de vivir en unión con Jesucristo. Es una contradicción pretender ser la luz del mundo y la sal de la tierra sin el poder y la presencia de Jesús.
La idea de ser una iglesia llena de creyentes nominales que niegan con sus actos el poder y la relación con Jesucristo, nos espantaba e indignaba (2 Timoteo 3:1-5). Desde mucho tiempo atrás la IFD resolvió no deformar la imagen de Dios con presentaciones superficiales del evangelio (1 Pedro 2:9). Porque la iglesia que confunde el mensaje y que no tiene un mensaje de santidad, no tiene nada que ofrecer al mundo. La iglesia verdadera es luz y sal por vivir en unión con Jesús, la conducta y el carácter son el resultado de esa unión. Cuando ese grupo de personas tomaron la decisión de avanzar y creer que lo invisible se puede hacer visible, había una insatisfacción con ese falso evangelio impersonal y comercial de manufactura demoniaca. En efecto, ser un oidor o lector de la Palabra, sin ser hacedor de la Escritura, es el peor engaño que una persona puede vivir (Mateo 7:21-23). Escuchar un buen sermón y después vivir como si nada hubiera oído, es la marca de una persona religiosa o insensata (Ezequiel 33:30-33). La IFD sentía el desafío de ministrar en un mundo contemporáneo sin comprometer la verdad y la doble misión de la iglesia (1 Corintios 3:10; Eclesiastés 10:10). El nacimiento y el crecimiento de esta organización es un acto soberano de Dios y no de ningún hombre.
En el comienzo había conciencia y convicción que Yahvéh Dios nos estaba dando una semilla y como tal tenía que plantarse en la tierra apropiada para que creciera, floreciera y llevará mucho fruto para Su gloria. En ese entonces todos los integrantes estaban viendo un cuadro diferente de lo que podría ser el mundo y la iglesia con la participación del Espíritu Santo y la Escritura (Ezequiel 37:1-12). Las leyes del mundo espiritual, mental y moral también operan con semillas, con pensamientos, y con ideas. Entonces había llegado la hora de cambiar la semilla de la religiosidad impersonal por la semilla relacional incorruptible y de la victoria que es la Palabra de Dios (Lucas 8:4-15; 2 Timoteo 1:10). ¿Qué hace un agricultor cuando la cosecha y los resultados obtenidos no son satisfechos? Examina la semilla, cambia la semilla, y después selecciona la semilla para cambiar la cosecha y los frutos. ¿Puede la semilla de Dios hacer la diferencia en el mundo y en la iglesia? Una nueva semilla tiene que nacer para deshacer las obras del maligno (Génesis 3:15; 1 Juan 5:4-5; Romanos 8:35-37). Sin embargo, Dios tiene la semilla integral para restaurar al hombre en la tierra (Génesis 4:25-26; 1 Pedro 1:23).
La Familia de Dios es una semilla de restauración, para cambiar los patrones inicuos que operan en el mundo moderno, en las comunidades, en la agricultura, en la industria, en la ciencia, en la política, en la economía, en las religiones, y en la música, etc. Pero la semilla dada por Dios es la única que tiene el poder para desafiar la anarquía, las realidades naturales y demoniacas, los problemas físicos, emocionales, morales, y espirituales. La visión de Dios es perfecta porque es la única sabiduría que refleja un conocimiento exhaustivo de todas las circunstancias, un intachable entendimiento de todo el potencial y de todas las posibilidades. ¡Había llegado el momento de vivir un nuevo mover y romper con los carteles religiosos! ¡El desorden se enmienda trayendo un nuevo orden, recibiendo una nueva semilla! (Romanos 11:17). La semilla de la Escritura es la única que tiene la genética del verdadero triunfo (1 Juan 5:1-5), y sólo aquellos hombres que nunca han perdido la habilidad de creer y de soñar son los que han redefinido la historia. Lo único que es sólido en este mundo, que no cambia, y que posee una garantía que nunca falla, son las promesas dadas por Dios en la Escritura (1 Juan 2:17; Hebreos 4:12; Romanos 1:16). La semilla que Dios quebranta los límites de la cizaña y de cualquier semilla mundana y demoniaca.
Esa promesa nos fue dada para anunciar buenas nuevas a los pobres, para sanar los corazones heridos, para proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, para consolar a todos los que están de duelo y para confortar a los dolientes. Para otorgar una corona en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez del espíritu angustiado. Y por medio de esa promesa reconstruir las ruinas antiguas y restaurar los escombros de antaño. Cuando los fundadores empezaron a dialogar, también descubrieron que necesitaban una organización libre de cualquier manipulación en cualquier etapa y nivel. Esa es la razón por la que en la IFD es prohibido manipular, intimidar, controlar, y pretender dominar, porque todo eso es hechicería y no es fruto del Espíritu Santo. La autoridad verdadera no se basa en los derechos sino en las buenas relaciones. Jesús es el modelo de autoridad a imitar porque siempre utilizó el poder para servir y liberar. Se gana más siendo honesto y trasparente que siendo astuto y mañoso (1 Corintios 3:11-15; 2 Corintios 5:10). El poder y las posiciones son otorgados con el propósito de servir, y no de abusar.
El verdadero secreto para la grandeza se encuentra en el servicio (Lucas 22:24-30; Marcos 10:35-45; Mateo 20:20-28). Jesucristo no condena la pasión por la grandeza, la Escritura desaprueba el enfoque y la motivación mundana. La grandeza se obtiene siguiendo un proceso de acción opuesto al mundo. La clave es luchar por servir no luchar por ser grandes. En esos días también se hablaba sobre el tema de la clase de espiritualidad que perseguiría esta organización. Creemos que sólo la Escritura es la regla de fe en materia de verdadera espiritualidad. La espiritualidad bíblica, se preocupa tanto por el cuerpo, el alma, y que el espíritu humano tengan una íntima relación con la vida de Dios (1 Tesalonicenses 5:23). La espiritualidad debe nacer de la verdad y ser vivida en el contexto de la gracia. Esta organización no busca una espiritualidad de manufactura humana ni demoniaca, únicamente la que viene del texto sagrado (2 Pedro 1:16-21). La Escritura invita a todo creyente a tener una espiritualidad en donde tenga tiempo para orar, reflexionar, adorar, estudiar, investigar, escribir, y poner en práctica la voluntad revelada del Señor. Esta organización, Dios la creo para el desarrollo de su pueblo, es una plataforma en donde cada creyente con sus dones y talentos puede ensanchar el reino de Dios. Hay gente que necesitan ser libres para volar, otros para nadar, otros para correr, y otros para trepar y brincar. Nadie fue diseñado para vagar sin rumbo, porque Dios es un ser de propósito. Es el momento de sentir el placer de volar, de nadar, de correr, y de brincar. No viva una vida de talentos enterrados, construya el reino de Dios con los dones que se le han confiado. Adore a Dios con sus dones, con sus talentos, con la textura de su carácter y con los hilos de su temperamento. Súmese a la Familia de Dios y deje de ser un signo en una página que no dice nada, y sea parte de una familia de discípulos que viven y sirven como Jesucristo. Nunca menosprecie la sencillez de cualquier acto, porque Dios habita en el imperceptible grano de mostaza (Mateo 13:31; 17:20; Marcos 4:31; Lucas 13:19; 17:6; Zacarías 4:9-10). ¿Cómo se escogió el nombre la organización? Nadie sabía cómo la iglesia y la organización se llamarían, todos empezaron a orar y ese nombre le fue dado en visión a un líder fundador. Luego se descubrió que dentro de se nombre se encontraba toda la genética del plan de Dios desde el inicio de la humanidad. La familia de Dios es un linaje que no es engendrado por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1:12-13; Efesios 4:4-6). ¿Por qué se decidió trabajar en equipo? La Escritura utiliza la analogía de un cuerpo con muchos miembros (1 Corintios 12:12-31). La gente pierde de vista el cuadro completo y la metáfora del cuerpo con muchos miembros (Juan 12:43). Es cierto que a la iglesia se ingresa de un modo individual, pero el objetivo es la unidad y el trabajo en equipo. La Biblia le da gran importancia al trabajo en equipo, y todo porque nada grande ha sido llevado a cabo por un ser humano actuando individualmente. En el mundo el individualismo es común, pero en el reino de Dios es anormal, es un grave pecado. Dios desde la eternidad ha estado viviendo en la trinidad un trabajo en equipo. El hombre nació para vivir el sueño de Dios, y funcionar en equipo. Un equipo significa más de una persona, más recursos, mejores ideas, poder concentrado, se minimizan las debilidades, se multiplican las perspectivas, y se agudiza el discernimiento. Es allí donde se nutre la humildad genuina y la comunidad auténtica. El sueño del Eterno con “la Familia de Dios” es enorme, entonces el diseño para alcanzar la visión de Dios es el trabajo en equipo. Al inició nadie soñaba con levantar una organización, el único interés era tener un lugar donde congregarse y formalizar legalmente una iglesia local, pero el Señor Jesucristo nos sorprendió con la creación de una organización a nivel mundial. Sin embargo, antes que se formará la organización, se empezó a construir un modelo ministerial libre de corrupción y de cárteles ministeriales, estábamos hartos del nepotismo y de la arbitrariedad. Visualizamos en ese entonces una plataforma ministerial para plantar iglesias en Estados Unidos, Guatemala y en todo el mundo. Se discernió levantar un modelo comunitario en donde cada creyente esté equipado para vivir y liderar como Jesús. El sueño es construir una comunidad de iglesias culturalmente relevantes, llevando el evangelio a todas las naciones. Intencionalmente se busca alcanzar a los no creyentes, a esas personas que no han experimentado la presencia de Dios y a los que se han detenido en el camino y nunca han asistido a una congregación (Juan 1:48; 10:16, 25-29; Ezequiel 34:6; Mateo 9:36; 18:12; 1 Pedro 2:25; 2 Timoteo 2:19).