Nací con un deseo de ser inmortal, de vivir para siempre, pero no tenía sentido ver morir a las personas, hasta que a la edad quizás de 7 años descubrí que la solución era Jesucristo. Desde mi infancia admiraba a todos aquellos que tenían talento para servir al Altísimo, y en me mente los consideraba muy privilegiados, pues yo pensaba que no tenía ningún llamado ni talento para servir a Yahwéh. En la medida que iba creciendo, sentía deseos de conocer a ese Dios invisible y verdadero, pero por la formación y presión cultural de esa época, no me gustaba asistir a ninguna congregación. Sin embargo, fue a la edad de 20 años que sentía un vacío insoportable y la vida no tenía sentido ni propósito, y esa falta de significado me estaba torturando hasta los tuétanos.

Un día después de regresar de la universidad, tomé la decisión personal y en mi cuarto de entregarle mi vida a Jesús, y fue la primera vez que empecé a disfrutar la vida. Luego por petición de mis padres que vivían en este entonces en New York, viajé para los Estados Unidos con el fin de continuar mis estudios. Sin embargo, todos esos deseos fueron bloqueados y solamente me dejaron el camino de estudiar la Escritura y tener comunión con el Eterno.

En el año 1992, empecé a visitar a algunos amigos para contarles que tenía otro estilo de vida, y dentro de ese contexto el Señor Jesucristo empezó a tocar vidas. Sin embargo, después de años de formación y de fracasos, en el año 2007 el Espíritu Santo empezó a inquietarme con relación a crear una comunidad y una organización. En el año 2008 compartí la visión con algunos amigos y hermanos de la fe, y en marzo del mismo año, nos reunimos para iniciar un viaje al corazón de Dios. La única motivación y pasión que me mueve hacer lo que actualmente hago es la gloria de Jesucristo, y ver vidas transformadas por el poder del evangelio eterno.