Sonia Arévalo

Director

Quisiera iniciar diciendo que lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y que lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Siempre deseo recordar lo que era antes que Yahwéh Dios me encontrará por medio de Jesucristo. Según los estándares del mundo no ocupábamos puestos de poder ni pertenecíamos a familias importantes ni tampoco éramos sabios. Así que desde el punto de vista humano, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo, despreciable, débil y de poca importancia, para convertir en nada lo que el mundo considera de valor e importante.

Como resultado de esa experiencia, nadie puede sentirse orgulloso de algo ni jactarse en la presencia de Dios, porque el Padre nos ha unido con Jesucristo y nos ha aceptado como su pueblo y familia, así que de ahora en adelante alabaré únicamente de la sabiduría de Dios que es Jesucristo. Fue un 15 de agosto de 1995 que Dios abrió mi corazón para que conociera y recibiera la vida eterna por medio de Su Hijo Jesucristo. Después de ese glorioso encuentro personal con el Salvador del mundo, puedo decir con convicción que ahora se quién soy (identidad), de dónde vengo (herencia), por qué estoy aquí (propósito), qué puedo hacer para la gloria del nombre de Dios (potencial en Jesucristo), hacia dónde voy (destino), y la fortaleza de mi vida (la fuente verdadera).

La vida no tiene significado ni propósito, ni una realización personal sin la respuesta satisfactoria a esas preguntas. Todas las batallas sociales, económicas, espirituales, y relacionales brotan de esa búsqueda tan intensa. La presencia de Dios es el factor crítico en la existencia de cada ser humano, porque Él es la única respuesta para redescubrir la verdadera identidad, y restaurar la imagen y semejanza (Juan 15:5; 3:27; 2 Corintios 3:5; Jeremías 10:23). Si no existe una reconexión con la fuente original, el domino y la grandeza del hombre no se pueden lograr, por eso Jesús es el único digno de tomar el rollo y abrir esos sellos (Apocalipsis 5:1-14).

Desde entonces, Jesucristo es la verdadera razón para vivir y ahora todo tiene sentido y significado. Cuando conocí al Señor el amor de Él ha sido derramado en mi corazón por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5-6). La reconciliación que Jesús logró en la cruz fue recibida en mi vida, ahora estoy en paz con Dios. Puedo decir con toda la convicción, que el amor de Dios es inquebrantable, rescata, salva y que transforma. La enemistad hacia Dios ha desaparecido, la rebelión se terminó en la cruz cuando el murió en mi lugar (Romanos 8:32, 39).

En Marzo del 2008, nuevamente Dios me sorprendió dándome la oportunidad de ser parte de un nuevo mover espiritual, y ahora tengo el privilegio de ser parte de la iglesia la familia de Dios, una organización que nació en el corazón de Dios para exaltar la gloria de Jesucristo en la tierra. Una iglesia que tiene la Escritura como la máxima autoridad en materia de doctrina, fe y de adoración, porque es la única Palabra que participa del aliento y carácter de Dios (Hebreos 4:12; Jeremías 23:39; Juan 6:63). La iglesia actual necesita volver al texto bíblico y depender del Espíritu Santo, para comunicar la vida de Dios (Efesios 6:17).

La verdadera adoración y alabanza surge en aquellos corazones donde mora la Palabra y el Espíritu Santo. No podemos aceptar las tradiciones, revelaciones, sueños, decretos, visiones, y ninguna experiencia espiritual por encima de la Escritura. No permitamos que la Escritura sea borrada de la predicación y del testimonio. Admito públicamente que no merezco ser llamada hija de Dios, pero el Señor fue bueno conmigo y por la gracia de Él soy lo que soy, y ese favor especial que Yahwéh Elohim derramó no ha resultado en vano porque estoy predicando el mensaje de salvación.

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