Fernando A. Portillo

Treasurer

 

 

A la edad de 23 años me encontraba en una etapa que aparentemente estaba completo pero al mismo tiempo no sabía que me faltaba todo, porque todavía no había conocido a Jesucristo. Aún vivía alejado de la ciudadanía del reino de los cielos y ajeno a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. En pocas palabras era semejante a la iglesia de Laodicea, estaba pobre, ciego y desnudo espiritualmente. Necesitaba esas vestiduras blancas que ofrece Jesús por medio del evangelio para vestirme, y colirio en mi visión espiritual para poder ver la gloria de Dios en la faz de Yahshua. Sin importar la buena vida que llevaba en esa época, había una insatisfacción y un vacío en mi corazón que me hacía sentir incompleto e incómodo, me encontraba igual que la mujer samaritana (Juan 4:13-14). En una ocasión después de haber estado en el extranjero y volver a casa, buscaba algo en la radio para llenar ese vacío y me encontré con una radio evangélica, y me gustó el mensaje, la música, y descubrí que esa gente tenía lo que a mí me hacía falta. Seguí sintonizando esa radio y mientras conducía mi carro, el Espíritu de Dios me tocaba y me quebrantaba y lloraba. No cabe duda que allí se cumplía la Escritura que dice:

Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:7-9). Después tome la decisión de irme a vivir a los Estados Unidos de Norte América, y fue dentro de ese contexto que conocí al Señor Jesucristo, pues dentro de esa vivencia pude sentir la soledad y la necesidad de darle un cambio a mi vida. Oraba para que Dios eliminara ese vacío y esa soledad, y aunque algunas personas me invitaban para que asistiera a una congregación evangélica, los prejuicios y el orgullo no me dejaban caminar. Dios utilizo a un amigo para ayudarme a eliminar esa fortaleza mental, y después de varias asistencias a ese lugar de adoración, me rendí sin reservas al Señor Jesús, y fue en ese encuentro que descubrí que Él era el componente que me hacía falta para sentirme completo y con identidad. El cambio fue tan completo que fue en esa congregación, y tan radical la bendición que en ese lugar también conocí a Kelly, la persona que es mi esposa y con quien tengo dos hijos (Luca y Bella). Conocí y le entregue mi corazón al Señor Jesucristo un 26 de Julio del 2004, la mejor decisión de mi vida. Sin embargo, después de cierto tiempo, entró a mi corazón una divina insatisfacción y descontento con el status quo espiritual, sentía internamente que Dios tenía grandes sueños y obras para mi vida, y no quería vivir ni morir girando en el mismo lugar. Fue a principios del año 2008 que alguien me presentó la visión de ser parte de algo grande y nuevo, en donde los sueños de Dios se podían hacer realidad con cada persona. El descontento espiritual que tenía y luego la presentación y la invitación de Dios para ser parte de algo grande, era exactamente algo que concordaba con mi frustración espiritual. Sin embargo, el enemigo es astuto y sembró desconfianza en mi corazón con relación a ese nuevo mover, por mi falta de madurez espiritual y discernimiento no pude hacer el cambio en ese momento. Después de todos esos acontecimientos cada día me sentía más frustrado y desesperado, no era algo carnal, era la voluntad de Dios luchando para llevarme a una tierra fértil, a una organización que no le pone límites a Dios porque la perspectiva es seguir el modelo de Jesucristo.

“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré.

Así que después de un año de haberme presentado la visión y de oír las maravillas de Dios en ese lugar, tomé la decisión de visitar La Familia de Dios. Fue en el contexto de esa visita que por fin pude sentir que estaba en el lugar correcto, y que esa era la congregación donde el Eterno quería que me ensanchará y extendiera (Isaías 54:1-4). Luego seguimos el proceso para convertirnos en miembros, tomamos junto con mi esposa clases de homilética para poder predicar, y hacer lo que otros siervos hacían por la radio y desde el pulpito. He trabajado en diferentes ministerios en esta organización junto al pastor general, haciendo el logotipo de la organización, diseñando folletos para presentar las políticas bíblicas. Aunque me sentía alegre y satisfecho, siempre me dolía saber que había desperdiciado un año y no haber empezado con los líderes fundadores desde el inicio. Después de ser parte de la organización por tres años, un día fui invitado para ser parte de la junta directiva, para ser el tesorero de la organización, un privilegio y una oportunidad que nunca imagine tener. La junta directiva me ha confiado muchos proyectos y también la compra del terreno en donde actualmente estamos ubicados. Aparte de ser el tesorero también tengo el privilegio de coordinar el mantenimiento de la propiedad, hacer cambios internos al santuario, y trabajar con un equipo que solamente promueven la agenda de Dios. Creo con todo mi corazón que los planes de Dios con esta organización apenas empiezan a materializarse, no hay duda que estoy en el lugar correcto, trabajando con líderes firmes y sensibles a la voluntad del Gran Yo Soy, y los hechos del Espíritu Santo en mi vida se seguirán escribiendo por mucho tiempo en La Familia de Dios, hasta que el Señor me llame a su presencia ya sea por medio del arrebatamiento o muerte física. Cualquier persona que tenga esa divina insatisfacción y que quiera hacer realidad los sueños de Yahwéh Elohim (Jueces 9:8- 15), lo invito para que se una a este nuevo mover. Cada persona es un proyecto eterno, diseñados con propósitos individuales y comunitarios. Cada persona fue creada con un propósito único, unos necesitan volar, otros nadar, otros correr, y otros trepar. Dios desde la eternidad creo el propósito para cada vida, y determinó la misión, y les concedió las herramientas (talentos) para hacer dicho trabajo. Nadie tiene que vivir con la maleta equivocada, cada persona nace con un equipamiento singular (Salmo 139:15-16), y absolutamente nadie nace indefenso en este mundo y con las manos vacías (Éxodo 26:1; 36:8; 38:9). Explorar y extraer esa singularidad y ponerla al servicio de un cuerpo dará honra a Dios para extender su reino. No viva una vida de talentos enterrados, construya el reino de Dios con los dones que se le han confiado. Adore al Eterno y Sublime con sus dones, con sus talentos, con la textura de su carácter y con los hilos de su temperamento. Súmese a la Familia de Dios y deje de ser un signo en una página que no dice nada, y conviértase en un ministro (embajador) para servir las necesidades de un mundo herido (1 Corintios 12:5, 7, 27; 2 Corintios 5:18-20). Nunca menosprecie la sencillez de sus actos, porque Dios habita en el diminuto grano de mostaza. En las manos de Dios las semillas pequeñas crecen hasta convertirse en árboles frondosos.

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