Autor: Rubén A. Sandoval
Presidente / Pastor Principal
INTRODUCCIÓN: La adoración es un estilo de vida y tiene que ver con la obediencia, y para eso es importante conocer el carácter y la naturaleza de Dios (Juan 4:23; 1 Corintios 2:9-13). En la adoración (estilo de vida), Dios transforma al adorador a su imagen y semejanza. Todas las personas adoran en todo momento, ya sean ateos, agnósticos, escépticos, religiosos, filósofos y cristianos, sin importar las creencias que tengan, todos son adoradores incesantes. Lo que varía en la adoración falsa es el objeto, pero el acto de adorar es permanente, porque se trata de un estilo de vida. La adoración aparte de ser un aspecto del ser también es la esencia misma de ser portadores de la imagen y semejanza de Elohim. Adorar no es solamente alabar, es todo un estilo de vida porque nunca cesa. Es al acto continuo de estarse dando y entregando por una persona, causa, experiencia, logro o posición. La adoración es el derramamiento continuo de todo lo que una persona es, de todo lo que hace y de todo lo que puede llegar a ser a la luz del Dios verdadero o de un dios falso (Hebreos 13:15-17). Según Hebreos 13:15-17, la adoración incluye: alabanza, proclamación, servicio, participación, sacrificio y sumisión. ¿Qué o quién es el objeto de mi adoración más apasionada y frecuente? ¿Con cuánta frecuencia confieso o proclamo el nombre de Dios en palabras y en hechos? ¿A quién estoy sirviendo con alegría y fidelidad? ¿Estoy participando en la vida comunitaria de la iglesia? ¿Cómo estoy invirtiendo el tiempo, los talentos, los tesoros y todos los recursos para compartir el amor de Dios de manera tangible? ¿Para qué o para quién estoy sacrificando mi tiempo, salud, emociones, fuerzas, dinero, energía, inteligencia y pasión? ¿Esos actos de adoración revelan que soy un verdadero adorador o un idolatra? ¿Estoy sujeto a la autoridad de Dios o estoy viviendo contra la autoridad legítima? La verdadera adoración es tener un fiel entendimiento bíblico de la voluntad de Dios con una respuesta fiel y bíblica a esa revelación. La idolatría es cualquier entendimiento infiel y antibíblico de la voluntad revelada de Dios en las Escrituras, y una respuesta infiel a la naturaleza y carácter de él. Hay un precio que pagar por adorar en las alturas. La meta de Dios es llevar al adorador al lugar de la intersección (cruz, encuentro, empalme, a un corte) divina. Subir a la montaña del sacrificio personal es saludable para deshacerse todo aquello que controla y ata. La persona que adora tiene sus ojos puestos en la solución y no en el problema. Pero nadie puede adorar lo que no conoce, nadie puede obedecer lo que no sabe (1 Corintios 2:10-16). La adoración no cambia a Dios, cambia al hombre (Salmo 50:8-23; salmo 115:8). Adorar en esencia es hacer la voluntad de Dios (Mateo 9:13; Hebreos 9:9). ¿Qué le pidió Dios a Adán en el huerto del Edén? Obediencia. ¿Qué le pidió Dios al rey Saúl? (1 Samuel 15:22-23; cf. 13:8-14). ¿Qué le pidió Dios al pueblo de Israel? Obediencia (Marcos 12:33). ¿Qué le pidió el Padre al Hijo? Filipenses 2:5-11). Dios está hastiado de cualquier sacrificio sin obediencia (Isaías 1:11; Oseas 6:6). La adoración transforma al adorador, ve desde la perspectiva divina y se corregí una visión distorsionada por el mundo y la naturaleza pecaminosa. ¿Qué es adorar en espíritu y en verdad? En espíritu (no en la carne), con el ser interior, en contraste con las rituales externos. En verdad, con acceso directo a las propias realidades divinas, en contraste con las figuras y tipos de la ley (Hebreos 9:23). La adoración que no es en espíritu está muerta, ese corazón está lejos de Yahwéh.
Adorar primeramente es un estilo de vida, que nada tiene que ver la música (Juan 14:23). La verdadera adoración es una respuesta a la revelación del nombre, al carácter, naturaleza, pacto, mandamientos, propósito y promesas de Dios.
I) LA HIPOCRESÍA DE UN PUEBLO QUE DICE ADORAR A DIOS (Isaías 58:1-2).
Ver pasajes paralelos: Ezequiel 33:30-33; 14:1-11; Malaquías 1:12-14; Mateo 15:7-9; Isaías 1:10-20; Filipenses 3:6; Romanos 7:7-14.
En la historia de los sacrificios el pueblo llegó a un punto, a una coyuntura, y a una situación donde el arte de ofrecer sacrificios a Dios se había transformado en algo mecánico, en un concepto rutinario, y automatizado. Un enfoque y una actitud que controlaba la mente de los adoradores, pero donde ya no se trataba de una relación personal con Dios. Adquirir conocimiento impersonal al leer la Biblia es un grave peligro y es de esa clase de lectura que surge el legalismo, el fariseísmo, la religiosidad y la espiritualidad vacía y muerta. El objetivo al leer la biblia no es adquirir información únicamente, es tener un encuentro con el autor de la Escritura. El conocimiento sin tener una relación personal y sin amor es muy peligroso (1 Corintios 8:1-3). El fundamento del verdadero conocimiento debe ser el amor (Mateo 7:12; 22:37-40; Salmo 89:14). El conocimiento impersonal es el fruto de tener una mala relación con Dios. ¿Por qué el nuevo testamento está lleno de historias sobre los fariseos? Nadie es superior a los fariseos, todo ser humano tiene la predisposición natural a obrar de la misma manera. El conocimiento sin amor siempre degenera en un legalismo impersonal (Mateo 7:21-23).
La base de la conducta del creyente debe ser el amor con conocimiento, y no el conocimiento sin amor. El conocimiento sin amor es muy peligroso (orgullo y legalismo), y el amor sin conocimiento también es peligroso (fanatismo, libertinaje, idolatría, paganismo), no se deben divorciar en la conducta. Para mucha gente tener conocimiento es sinónimo de espiritualidad, eso es falso. El conocimiento divorciado del amor conduce al orgullo y al envanecimiento. El objetivo de la ética (conducta, integridad, moralidad, comportamiento) cristiana no es la autosuficiencia sino el beneficio y provecho mutuo. El conocimiento que no conduce al amor es vano (superficial, insustancial, inútil, estéril), y el amor que no conduce al conocimiento también es falso. El conocimiento no es un fin en sí mismo sino un medio para llegar a un fin mayor, la edificación de los demás. No es suficiente tener dones espirituales y naturales, eso no es evidencia de tener al Espíritu Santo, pero el amor es la mejor evidencia. La Escritura no se opone a los dones, se opone a los dones que se expresan sin amor y sin conocimiento. Los dones nunca son una evidencia de espiritualidad, para Dios espiritualidad es tener el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:16-26). La presencia y la dirección del Espíritu Santo es la marca indispensable de cualquier hijo de Di-os.
En efecto, ser un oidor o lector de la Palabra, sin ser hacedor de la Escritura, es el peor engaño que una persona puede vivir (Santiago 1:21-25; Mateo 7:21-23). Escuchar un buen sermón y después vivir como si nada se hubiera oído, es la marca de una persona religiosa e impersonal (Mateo 13:12). La incredulidad voluntaria se confirma con la sordera y la ceguera espiritual.
Y cuando el pueblo llegó a esa coyuntura, Dios también expresó su descontento con el sistema de sacrificios, porque el verdadero significado de los sacrificios no se debía buscar en el animal ofrecido sino en la actitud del corazón del adorador. Es muy importante involucrar el corazón y evitar el culto mecanizado y sin obediencia de corazón (Isaías 66:1-3; Levítico 7:1-38; 1 Samuel 15:22; Salmo 50:8-10; 51:16-17; Isaías 1:11-17; Jeremías 6:20; 7:21-26; 14:12; Oseas 6:6; Amós 5:21-27; Miqueas 6:6-8; Malaquías 1:6-14; Mateo 9:13). Dios no está satisfecho con un sacrificio que se le presenta sin un corazón quebrantado y contrito. Ser hipócrita (ὑποκριτής hupokrités, 5273) es más fácil que vivir una vida autentica. Hupokrités es un sustantivo masculino derivado de 5259/Hypó que significa bajo y 2919/Kríno que es juzgar, decidir, juez, condenar, determinar, diferenciar, y reflexionar. En otras palabras se refiere a un juez bajo, un artista que actúa bajo una máscara, es decir, un actor de teatro. En el sentido figurado se refiere a una persona de dos caras y de doble ánimo. Un hipócrita es aquella persona cuya profesión no concuerda con lo que profesa ser, es decir, alguien que dice una cosa pero hace otra (Santiago 4:17; Mateo 23:1-36). Kríno propiamente significa separar y distinguir, juzgar, tomar una decisión con juicio al emitir un criterio o veredicto ya sea a favor o en contra. En el lenguaje antiguo se usaba para hacer una determinación de lo correcto o incorrecto, inocencia o culpabilidad, especialmente debe ser un modelo oficial en asuntos de justicia y de equidad. Sin embargo, el hombre únicamente puede juzgar con precisión por comparación inteligente y por contraste basado en la Palabra de Dios, sin el patrón moral y espiritual de la Escritura, cada persona está destinada a la desgracia del pensamiento relativo. Kríno es aprobar lo que es correcto y rechazar lo que es inferior e incorrecto. Es un vocablo legal que se utiliza en las cortes de justicia pesando todas las evidencias. El creyente no debe ser un actor, la vida de un hijo de Dios debe ser como un libro abierto, de fácil lectura y de buen testimonio (2 Corintios 3:1-3). El creyente fue llamado a vivir por la eternidad como una epístola viviente. Un hipócrita es un fingidor, comediante, impostor, artificial, falsificador, desleal, y adulador. Lo opuesto a la hipocresía es la integridad, la justicia, la obediencia sin reservas, la autenticidad, la pureza, la madurez, y la transparencia. La hipocresía no es un pecado liviano para el Espíritu Santo, es irreverencia y presunción, corrupción moral y espiritual (Hechos 5:1-11). La Historia de Ananías y Safira es la repetición del pecado de Acán y el pecado de los hijos de Aarón que murieron bajo el juicio de Yahwéh por irreverentes (Josué 7:1; Levítico 10:1-2; 2 Samuel 6:7). El problema no estaba en vender la propiedad ni en retener parte de lo que habían vendido, pues no era una obligación comunitaria hacerlo. El pecado fue pretender tener la misma espiritualidad y motivación que Bernabé y otros movidos por el Espíritu Santo para ministrar las necesidades de los pobres (Hechos 4:32-37). Ananías y Safira buscaban la alabanza y la aprobación de los apóstoles, la motivación era hipócrita y orgullosa, pretendían ser vistos como creyentes espirituales y dadivosos y llenos de amor por los pobres. No era cualquier pecado, era un mal que podría corromper la santidad y el amor ferviente de la congregación. En apariencia parecía un fraude contra la iglesia, pero era un pecado contra el Espíritu Santo, y fue un pecado consciente y deliberado (v. 3; Malaquías 3:8-9; 2 Corintios 9:7). El pecado fue aparentar una motivación, una actitud y una virtud que no existía en ellos, no había confianza ni amor al Señor Jesucristo.
El Espíritu Santo es una persona que investiga y revela (1 Corintios 2:10-12), que se distingue de las otras dos personas divinas (Mateo 3;16-17; 28:19; Lucas 1:35; 3:22; 4:14; Hechos 10:38; Romanos 15:16; 1 Corintios 12:4-6). El Espíritu Santo tiene atributos personales como el intelecto, la sensibilidad, oye, escudriña, habla, enseña, juzga, convence de pecado, ejerce voluntad, intercede (Romanos 8:27), escoge y guía. ¿Por qué no sucede lo mismo actualmente con tantos pastores y creyentes mentirosos? Había gloria en la iglesia primitiva y donde hay gloria el pecado no sobrevive (1 Samuel 2:12-36; 3:1-21: 4:1-22). La presencia del Espíritu Santo en la iglesia debe ser una advertencia clara de cualquier persona que pretenda ofender y mentir a la persona del Espíritu Santo (1 Corintios 11:30; 5:1-13; 1 Pedro 4:17; Hebreos 10:26). El propósito de ese acto del Espíritu Santo era por un lado mantener el nombre reverente de Yahwéh Elohim y que no se puede tratar a Dios de cualquier modo, Él es santo (Deuteronomio 6:16; Mateo 4:7). Yahwéh Dios no puede ser burlado, la ley de la siembra y de la cosecha es inmutable (Gálatas 6:7-8). El que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia (Proverbios 28:13). Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse (Lucas 12:2; Ezequiel 11:5; 1 Timoteo 5:24). La honestidad para un avivamiento es otro requisito personal para buscar a Dios. La humildad para el avivamiento ayuda a ser honestos con Dios de la verdadera condición moral. ¿No creen que sea tiempo de dejar de impresionar, aparentar, fingir, mentir, y de vivir hipócritamente? Dios no está interesado en la reputación (popularidad, notoriedad, prestigio), credenciales, títulos, ni tampoco está interesado en protegerla. La honestidad es el camino de la reconciliación y de la santidad. ¿Cuántos aquí van asumir responsabilidad de sus actos? ¿Por qué es tan difícil ser transparente después de la caída? (Salmo 151:1-2; 24:3-5). El libro de Génesis registra una historia de deshonestidad y de honestidad (Génesis 3:8-19). ¿Cuántas veces se ha intentado ocultar de Dios el pecado? (Génesis 3:8). ¿Cuál fue la primera reacción de Adán y Eva en el Jardín? Desde la caída el hombre no solamente se esconde de Dios, también se esconde el uno del otro. ¿Es posible que el ser humana pueda vivir sin esconderse detrás de una máscara? ¿Por qué le gusta impresionar, fingir, disfrazar, y aparentar al hombre después de la caída? ¿De quién aprendió a fingir, aparentar, encubrir, disimular, disfrazar, y mentir? ¿Cómo sería la vida sin fingimiento y sin vivir de las apariencias? Ese es el verdadero plan de Dios para el ser humano, especialmente para el creyente. Al ser humano le gusta fingir un nivel de vida que no posee, la mayoría tienen miedo que los demás conozcan la verdad (Romanos 12:9). ¿Dónde estás Adán? Dios permite que el creyente se esconda por un tiempo, y luego ofrece la oportunidad de ser auténticos y transparentes. Dios mismo no puede forzar al hombre a ser integro ni autentico, es una elección que debe hacer todo creyente. ¿Qué mecanismos utiliza el creyente para esconderse? ¿Detrás de qué mascara o velo se esconde el creyente actual? Ignorancia, orgullo, fama, miedo, inseguridad, falsa espiritualidad, tecnología, inmoralidad y amor al dinero. Sin embargo, es la falta de identidad la que lleva a muchas personas a usar velos para presentar una imagen o una versión mejorada mediante la hipocresía. El líder o creyente que se perfecciona en el arte de proyectar una versión mejorada, cada día pierden la gloria de Dios. El llamado de Dios es vivir sin velos y con el rostro descubierto, una vida sin la levadura de la hipocresía (2 Corintios 3:12-18; Lucas 18:9-14).
Dios por medio de Jesucristo ofrece a cada creyente la oportunidad de vivir sin velos, sin disfraces, sin pretextos, y sin excusas. La oferta es vivir y ser como Jesús aquí en la tierra, porque los velos de la hipocresía roban la belleza que Yahshúa ofrece por medio de la Escritura y del Espíritu Santo. El libro de Génesis también registra cómo era el ser humano antes y después de la caída (Génesis 3:8-13). Antes de la caída no había velos ni máscaras, no había ningún miedo que separará al hombre de Dios y la relación de esa pareja era autentica y transparente. La voz y los pasos de Yahwéh Elohim que antes les causaba gozo, satisfacción y deleite, ahora con la corrupción del pecado la presencia de Él les causaba miedo, terror y vergüenza. La autenticidad atrae mientras que la hipocresía rebaja y roba el brillo de cualquier persona. Es verdad que la gente integra cautiva, conquista, es interesante, motiva y también inspira. ¿Cuántos quieren crecer en la autenticidad o integridad? El único lugar seguro para volverse auténtico es al pie de la cruz. Una verdadera comunidad exige transparencia, integridad, honestidad, virtud, limpieza, madurez, complemento, y unidad (Mateo 9:1-8). La iglesia debe dejar de fingir y empezar a operar en la luz, porque la oscuridad de las mascarás es obra del diablo (1 Juan 1:7-8). La autenticidad exige valor y humildad para crecer y madurar (Santiago 5:16). Exige compromiso, sinceridad (Efesios 4:15; Proverbios 24:26), y no se debe temer al conflicto y a la confrontación para evitar la superficialidad. En la iglesia no se debe pasar por alto la confrontación saludable para preservar un falso sentido de paz y de unidad por un asunto incomodo o complicado. Porque todo el mundo sabe ya quién y cuál es el problema, pero nadie tiene las agallas para expresarlo con franqueza y delicadeza. Eso produce un ambiente viciado, inmundo, impuro, hediendo, y maloliente. La comunión verdadera depende de la franqueza y de la verdad no de la hipocresía (Efesios 4:25; Proverbios 28:23). La franqueza tampoco no es una licencia para decir lo que una persona quiera y cuando quiera, eso es impertinencia, vulgaridad, ofensa, despropósito, indiscreción, y presunción. El lineamiento bíblico a seguir es la mansedumbre, tener la actitud y la motivación correcta y el espíritu apropiado, porque para todo hay un cuándo y un cómo (1 Timoteo 5:1-2; Eclesiastés 8:6; 1 Corintios 5:3-12). ¿Cuál es el comienzo de una verdadera espiritualidad y comunidad? Se debe abandonar la ilusión de que una comunidad debe ser perfecta para amarla. ¿En la casa de Simón el fariseo quién era el deudor más corrupto y grande? (Lucas 7:36-50). Es probable éste tal Simón haya invitado a Jesús por razones correctas, pero frente a tanta gente no haya tenido el valor de identificarse y arruinar su reputación de fariseo. Cualquiera que fuera la razón se estaba distanciando de Jesús, mientras la mujer de reputación cuestionable se acercaba más al corazón de Yahshúa. En las iglesias siempre existen los observadores, los adoradores, y los comerciantes del evangelio. Éste fariseo pensaba que Jesús no eran gran cosa, porque permitía que una mujer de mala reputación lo tocará. Pero Jesús sabe quién es la mujer, y las razones de estar allí. Jesús recurre a una parábola para hacer reflexionar a éste fariseo y que descubra que también él es un vaso roto y que necesita la gracia de Dios. Muchas veces se comete el error, de pensar que la gente con una buena vida tienen una gran capacidad para amar, sin desierto no hay profundidad de vida y de gratitud. Las personas que más aman son aquellos que han tenido que enfrentar grandes desgracias y abrirse paso frente al rechazo. Son aquellos que tienen conciencia de la deuda que Dios les ha perdonado. Por lo general, cuando uno conversa lo hace viendo a los ojos de la persona.
Cuando Jesús le dice a Simón el fariseo: Ves a esta mujer, lo está invitando a ver que allí tirada en el suelo se encuentra una joya valiosa del Padre, una joya cuyo valor se encuentra por encima de todo cálculo. Al volverse a la mujer, Jesús le está enviando un mensaje a ella. De no haber sido invitada se convierte en la tercera participante de la conversación, y es la persona con la cual Jesús se identifica, Yahshúa vino por pecadores arrepentidos (Lucas 5:8; 15:2-7; 18:13; 19:7; Mateo 9:10-13). El creyente que ama osadamente a Jesús, también se identifica con él de la misma forma (Hebreos 13:12; Lucas 9:26; Juan 9:35-41). Esta mujer de mala reputación quería defender la humillación (desaire, descortesía, desprecio, burla) hecha al maestro, ahora él la defiende a ella. El fariseo con sus lentes religiosos solamente podía ver un vaso sucio que no lo usaría ni para darle comida a un animal. El fariseo no tiene los ojos de Jesús, él ve porquería donde el Señor ve una joya valiosa lavada con la sangre del Cordero. Sabes una cosa fariseo le dice el Señor, esta mujer ha transformado un acto cultural de cortesía en una expresión de adoración. En aquel mundo polvoriento, los pies eran considerados como la parte más sucia del cuerpo. Ella al ungir los pies de Jesús con ese ungüento, estaba diciéndole adiós a una vida vulgar, y abrazando una vida nueva al lado de Jesús. ¿Quién y cuál era el pecador y pecado más grande en ese escenario? El fariseo se consideraba un hombre con muy pocos pecados, y los veía como insignificantes quizás los que había cometido. En su interior pensaba y decía que suerte la que tiene Dios de tener a un hombre como yo (Lucas 18:9-14). ¿Quién en realdad era el mayor deudor en aquella sala? En esa sala y en esa casa, hay un gran deudor y un gran pecador que está corrompiendo la atmosfera de esa habitación, y no son los pecados de aquella mujer, sino el pecado del fariseo. Porque en esa sala y en esa cena existen unos labios que no quieren besar, rodillas que no se quieren doblar, ojos que no quieren llorar, manos que no quieren servir, y un perfume que se niega a salir de un frasco. El pecado del fariseo es el pecado de una vida que no se quiere humillar, de una vida que no quiere cambiar, y de un alma que no quiere amar y reconocer al Salvador del mundo. “Simón el propósito de la parábola era para que vieras tu condición, porque si tan solo fueras capaz de ver la condición caída y pecaminosa que tienes, estarías tirado en el suelo junto con esta mujer. Si pudieras ver y sentir dolor por tus pecados, como le sucede a ella, estarías gritando por perdón y misericordia. La falta de amor es la incapacidad de un corazón de ver su condición”. La misma gracia necesitaban los dos, la mujer necesitaba la gracia para un corazón quebrantado, y el fariseo la gracia para un corazón endurecido e insensible por el pecado. ¿Quién es el gran deudor en esta reunión? Todos, usted y yo, todos sin importar la vida moral buena o mala que tengan, el pecado siempre desfigura la imagen y la semejanza de Dios en el hombre. En aquella sociedad había reglas que prohibían que una mujer de tal calibre pudiera tocar a un varón. Un acto de esos se consideraba a la persona tocada como inmundo ceremonialmente. Jesús comparte la inmundicia de ella, y está dispuesto a cargar con el dolor de su pecado y sufrir su humillación en la cruz. La reputación de Jesús en cierto sentido ha sido dañada por ella, pero a Jesús no le importa. Jesús tomó la contaminación de todos los seres humanos en la cruz. Esta mujer había conocido muchas emociones en el pasado como el temor, culpa, vergüenza, ira, rechazo, frustración, soledad, e inseguridad, pero paz nunca. Aquellos que son expertos en proyectar una imagen correcta siendo imperfectos o hipócritas, en vez de inspirar lo que hacen es desorientar.
Todas las personas tienen dos versiones, la pública y la privada. Jesús fue y es atractivo por su transparencia total. Jesús reveló su gozo, su tristeza, su ira, su celo, su cansancio, y su compasión. Jesús es la única persona que nunca aprendió a ser hipócrita, a ponerse velos en el rostro. La vida depende de salir de ese escondite y dejar que Dios ayude a ver la condición para salir del escondite de la hipocresía. El pecado esconde a la gente, pero la confesión devuelve la luz y el brillo de la gloria de Dios (Santiago 5:16). Hay lecciones que solamente se aprenden a las malas, David eligió el camino de esconder el pecado, cubrirlo y negar su mala conducta (2 Samuel 11:1-14; 2 Samuel 12:1-1). El pecado cuando no se trata a tiempo engendra más pecado, y nadie tiene éxito con el pecado (Salmo 32:1-5). Las consecuencias son físicas, emocionales y espirituales. ¿Qué hizo David para regresar al Señor y ser libreado del peso del pecado y la culpa? (v.5). Dios está dispuesto a perdonar todo pecado que el creyente esté dispuesto a descubrir ante Él. Este es el momento de volver a experimentar el gozo de una relación restaurada con Dios. ¿Por qué la iglesia está llena de gente que batalla con ese deseo de aparentar y de engañar? Es un problema de identidad, es un problema de tener una mala relación con el la fuente original y de desconocer la Escritura. El Eterno no puede bendecir un corazón que rehúsa reconocer la verdad y confesar el pecado. El plan de Yahwéh Elohim para todos sus hijos es vivir sin esconderse y sin velos (1 Juan 1:5-9). Jesús conoce el pecado secreto y el esfuerzo por esconderlo, las actitudes pecaminosas y orgullosas (Hebreos 4:13). ¿Qué discutían por el camino? Es la oportunidad de limpiarse y andar en la luz (Marcos 9:33- 34; 2 Samuel 12:1-13). Los métodos de Dios son diversos, puede confrontar, dejar que tal persona sufra las consecuencias, también permitiendo experimentar su amor y misericordia. ¿Por qué guardar silencio para salir de la esclavitud de la hipocresía? La iglesia es responsable ante un Dios que todo lo ve y todo lo sabe, y que no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia, porque todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien todos deberán rendir cuentas (Hebreos 4:13; Salmo 51:6; Santiago 1:22; 1 Juan 1:8; Gálatas 6:3; Efesios 4:25). La hipocresía es una enfermedad moral difícil de descubrir por la simple observación. Al religioso le gusta más el ritualismo externo que la realidad interna de una verdadera adoración. Cuando la escritura es rebajada y adulterada, se vuelve un sistema de adoración falsa que no llena el corazón ni transforma las vidas. En la aparente inocencia de la adoración al Señor Yahwéh bajo el simbolismo de una imagen, pronto se convirtió en una gran idolatría (2 Timoteo 2:17; Éxodo 32:4-8).
Es una hipocresía proclamar la verdad del reino de Dios y luego hacer las cosas a la manera del mundo. “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14; Lucas 13:22-30). La Escritura solamente muestra dos caminos con dos resultados diferentes, el camino del pecado y el camino de santidad, vida y muerte, bendición y maldición, cielo e infierno. No existe el camino neutral ni el camino intermedio. El camino ancho ofrece libertinaje, no hay freno ni dominio propio, la anarquía es el común denominador en este camino de maldad. La naturaleza caída le gusta seguir el camino de las multitudes (Efesios 2:2), y también imitar lo que hacen los demás. La puerta estrecha también tiene un camino angosto, un camino que no deja entrar los caminos del mundo, hay que nadar contra la corriente, y experimentarun conflicto interno y externo.
No es suficiente pasar por la puerta estrecha (Juan 3:3-5; 10:9; 14:6; Hechos 4:12), hay que caminar también por el camino angosto. La razón por la que muchos viajan por el camino ancho es porque nunca eligieron la puerta correcta. ¿Cuál es la mayor atracción del falso evangelio contemporáneo? Un evangelio sin cruz, sin negarse al yo pecaminoso y carnal.
No es bueno servir ni amar a Yahweh por temor a ninguna consecuencia, tampoco para ser protegidos de la maldad del diablo, ni de ese infierno tan aterrador, ni los premios ni la belleza del cielo. Todo el mundo al final se cansa y se harta de servir al Señor por interés a la salvación, no deja de ser hipocresía refinada y espiritualizada. Es bueno amar al Señor sin condiciones y sin reservas y sin esperar nada cambio. Es como casarse y amar a alguien por interés nada más. Te amo porque me bendices, te amo porque me proteges, pero te voy a odiar el día que no hagas todo eso por mí. No estoy hablando de palabras huecas y frías. Estoy hablando cuando uno se harta de ser hipócrita delante de Dios y parecer como gente muy espiritual y especial.
No hay que confundir el plato con la comida, y eso es precisamente lo que están haciendo en muchas iglesias. Se presentan a cantar y le llaman a eso alabar con un plato de instrumentos musicales y de cantos, pero un plato sin sustancia, sin una vida interna y sin corazón, y sin el testimonio de vivir y de querer vivir para el Señor. La música es el plato, los cantos son el plato, pero si no hay obediencia a los mandamientos, es una ilusión, es una fantasía, y una gran hipocresía lo que pretenden ofrecerle al Señor. La alabanza de mucha gente nada más es un teatro, un disfraz, una simulación, y una mojigatería religiosa. La hipocresía del hombre actual no es diferente a los de la época de Yahoshúa. ¿Cuál es la locura y la ruina del hombre contemporáneo? Conoce el tiempo meteorológico, pero no sabe discernir la gran oportunidad que tiene de arreglar su vida con el juez del universo. El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña (Mateo 13:24-30). Aquí en la parábola del trigo y la cizaña se puede ver dos semillas, dos reinos, dos sueños, dos clases de frutos, la separación final del trigo y la cizaña, y el tiempo de la siega o cosecha. La maldad puede esconderse en personas que parecen buenas y honestas, pero cuando llega el tiempo de la prueba, la máscara de la hipocresía debe dar paso al fruto del verdadero carácter. La mala hierba es difícil de diferenciar en el momento que brota, pero es muy fácil de reconocerla por medio del fruto. Ningún sacrificio puede compensar la desobediencia a la voluntad de Dios. Hay un punto donde la adoración (adorar no es cantar es un estilo de vida integral) se puede volver abominable a los ojos de Dios. El Señor no acepta el culto de un corazón corrompido, pues es pura fachada e hipocresía espiritual. ¿Cuál es el principio a seguir? La obediencia es mucho mejor que cualquier sacrificio (Isaías 2:10-20; 66:2-5). El mero ritualismo no es un sustituto de la moralidad que Dios exige de sus hijos (Malaquías 1:13). Actualmente se ven muchos actos externos piadosos, pero a los ojos de Dios dan asco. Un acto externo es agradable para Dios cuando tiene un fundamento interno que corresponda a la vida y carácter de Dios, pues el Señor siempre pesa y escudriña los movimientos del corazón (1 Samuel 16:7).
¿A quién le gusta aceptar el alago de una persona hipócrita? ¿Podría Dios aceptar el alago (alabanza) de una persona que no guarda sus mandamientos? ¿Podría un hombre aceptar las palabras dulces y tiernas de una esposa infiel y adúltera? ¿A quién alaban los desobedientes en las congregaciones?
Ejemplo: Diezmar, ofrendar, asistir a la iglesia, predicar, cantar, evangelizar, y muchas cosas más pueden resultar abominables a Dios, cuando el corazón no tiene la actitud ni la motivación apropiada (Romanos 14:23). Cuando la fe no es lo que motiva la acción, entonces tal acción en realidad es pecado (Hebreos 11:4-6; 1 Pedro 4:11). El orden bíblico es empezar por el propósito relacional y luego realizar el vocacional.
¿Por qué razón el sacrificio de Abel fue agradable delante de Dios y del sacrificio de Caín no fue aceptado? Según el texto bíblico hay varias razones fundamentales por las que el Señor rechazó la ofrenda de Caín. Primero, el Señor mira a la persona (carácter, corazón, motivación, y actitud). Segundo, también el Señor mira la ofrenda, es decir, si es excelente o lo mejor (Hebreos 11:4; Malaquías 1:6-14). Tercero, Dios estaba probando la fe en la promesa y en la ley medicinal u ofrendas de carácter tipológico (Hebreos 10:1; Jeremías 6:16; 1 Juan 1:1). Cuarto, vana es la adoración si hace falta el corazón y el estilo de vida congruente. Quinto, cuando el carácter de una persona es malvada, el sacrificio para Dios es una vana ofrenda (Isaías 1:13). Sexto, cuando Dios no ve con agrado a una persona por el tipo de corazón y estilo de vida, tampoco mirará con agrado la ofrenda. ¿Por qué el Señor miró con atención la ofrenda de Abel, y no tuvo ninguna consideración con la ofrenda de Caín? El carácter de un corazón humilde y de un corazón orgulloso y la actitud en la adoración es la que marca la diferencia. En la parábola del fariseo y el publicano se ve la confianza de la justicia propia, el orgullo espiritual, la autoexaltación, la confianza en las obras, y el exhibicionismo vano del fariseo. Sin embargo, la actitud del publicano fue de arrepentimiento, de buscar la misericordia del Señor, de confesar sus pecados, de indignidad sentida en el corazón, de humildad, y confiando en la gracia de Dios (Lucas 18:9-14). Ver a una persona en un templo no significa que haya llegado con la motivación correcta, pues hay mucha gente que llega por ostentación y no por el deseo de glorificar a Dios. En el caso de Caín, el problema más serio fue la actitud (displicencia, indiferencia, frialdad, tibieza, desprecio, desinterés) con la que se acercó a Dios para ofrecer el sacrificio. Caín solamente trajo del fruto de la tierra una ofrenda, eso quiere decir que no trajo la mejor o las primicias de la cosecha. Se concluye que la acción de ofrendar no estuvo acompañada por un corazón genuino, nada más estaba cumpliendo con un ritual sin involucrar el corazón y la conducta. El Dios verdadero no es manipulado por ninguna ofrenda, ritos y plegarias de un corazón irreverente. No es la ofrenda lo que Dios mira primero sino el corazón de los ofrendadores y adoradores. La fe de Abel es un ejemplo que alienta a buscar a Yahwéh Dios, porque el Señor recompensa a todos aquellos que le buscan de corazón. ¿Cuántas veces se ha presenciado un culto irreverente, ofensivo, y atrevido? Dios ha tenido que presenciar muchos, y en varias ocasiones hasta los nuestros cuando hemos tenido un corazón dividido y sucio. El creyente no puede seguir adorando a Dios con sus propios estándares ni con una falsificación equivocada de la majestad del Señor. La irreverencia es una respuesta malvada al amor de Dios (Malaquías 1:6-14). ¿Quién anhela el fuego y el favor del Eterno como respuesta? El Señor Yahwéh quiere lo mejor, merece lo mejor y demanda lo mejor, las sobras representan la adoración de un pueblo falso e hipócrita (Oseas 13:1, 5- 8). Nadie puede rendir al Dios vivo un culto sin honor y sin respeto (Malaquías 1:6-7). ¿Cómo habían despreciado el nombre de Dios? En lo espiritual eran culpables de mundanalidad y de irreverencia.
En lo moral eran culpables de hechicería, de adulterio, de fraude, y de opresión. En lo social eran culpables e infieles a sus responsabilidades familiares. En lo material se estaban robando el diezmo de Dios. Si las relaciones humanas demandan respeto y honor, cuánto más la relación con Dios. Por eso se utiliza la relación de padre a hijo, y de señor (amo), a criado. Menospreciar el nombre de Dios es rechazar la persona misma de Dios. Burlarse, tener en poco, sacar la lengua, dar la espalda, ignorar, rebajar, degradar, disminuir, es minimizar. Era un culto que procedía de una mala disposición del corazón. El pan indica los sacrificios, y la mesa es el altar de los sacrificios. ¿Es posible venir a la casa de Dios y al mismo tiempo ignorarlo? Dios no es honrado ni respetado cuando se le da el segundo lugar. ¿Qué clase de pan está ofreciendo la iglesia actual al Señor en el altar? Es un pan (sacrificio) sucio, mugriento, indebido, e inmoral. Dios no es honrado cuando se le ofrece un servicio de mala calidad, cuando no hay compromiso con su causa, cuando el creyente se vuelve un espectador y no protagonista, cuando se entierran los talentos por ocupaciones mundanas. Cuando el tiempo, la televisión, y el placer hace que la gente se queden en casa. ¿Qué sería de tantos creyentes si el servicio, y la asistencia a la iglesia fuera un empleo? Habría una plaga de desempleados muriéndose del hambre. Los hipócritas ofrecen sacrificios indignos e incompatibles con la majestad del Eterno (Malaquías 1:8-9). ¿Qué se entiende por indigno? Injusto, vergonzoso, degradante, inmerecido, ofensivo, irritante, despreciable, repugnante, inadecuado, indeseable, y asqueroso. ¿Qué es incompatible? Opuesto, diferente, contrario, discordante, disconforme con la grandeza de Dios. Que nadie se atreva ofrecer a Dios lo que no aprobaría un mero hombre. Que nadie busque el favor de Dios ofreciéndole lo peor, porque los sacrificios cojos y enfermos son un insulto para Dios. Los hipócritas ministran con una actitud vana e indiferente (Malaquías 1:10). Servir con una actitud así es mejor cerrar las puertas del templo dice el Altísimo, exactamente lo que está sucediendo con el coronavirus (v.10). ¿Cuántas iglesias deberían cerrar las puertas en la actualidad? Nadie es admitido en Su presencia con una actitud mecánica e impersonal (v.10b). La adoración apática, mecánica, y sin corazón no es recibida por el Señor Yahshúa. Es la hora de renunciar a lo necesario y valioso desde el punto de vista humano, y comprar oro refinado en fuego (Apocalipsis 3:15-18). Los hipócritas ofrecen las sobras a Yahwéh Dios que es un ser excelente y majestuoso (Malaquías 1:11-14). Donde hay excelencia hay gratitud, grandeza, dignidad, calidad, superioridad, peso, categoría, valor, y utilidad. Las sobras son los desperdicios, los desechos, los residuos, las migajas, y la basura. Eso para Dios es un insulto, es desprecio, es burla, es menosprecio, es irreverencia. Las sobras desde el punto de vista de Dios es maldad, es ruindad, es traición, y es pecado. Hay que dejar de llamar a las sobras un horario ocupado, se llama maldad. El valor de un regalo primero habla de la persona que lo entrega. ¿Cuál es el veredicto del Señor Yahshúa para el culto de los hipócritas? Simple, el Dios de la Escritura que se llama Yahwéh Yahshúa Jesucristo siempre va a rechazar el culto de los creyentes tibios e hipócritas (Malaquías 2:1-9). Un culto de adoración sin amor es condenado por Dios (1 Corintios 13:1-3), porque Él no es alguien que pueda ser añadido a la vida, es el centro de la vida o no es nada. Es un insulto decirle a Dios con obras que existen cosas mejores que Él, y la fe verdadera es no retener nada (Isaías 1:11-16). Ser auténtico significa ser fidedigno, puro, integro, justificado, verdadero, y original. ¿Cuántos odian la hipocresía? ¿Cuántos han condenado la hipocresía?
¿Por qué es importante hablar de la hipocresía? ¿Cómo pretender sacar la astilla del ojo ajeno cuando no se quiere ver la viga que hay en el propio ojo? (Mateo 7:4-5). La hipocresía significa mirar la astilla del ojo ajeno pero ignorar la viga del ojo propio. El hipócrita se preocupa de la apariencia externa (eso tiene su valor), se enfoca en limpiar el exterior del vaso pero no se preocupa de la realidad interna. El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, eso también es hipocresía. La hipocresía viene de una palabra griega que se usaba para hablar de actores dentro de un escenario, artistas que usaban máscaras para esconderse los rostros. Es esconderse detrás de una máscara, disfraz, excusa, diplomacia, y pantalla. ¿Por qué esconderse detrás de una máscara? ¿De quién y cuándo el hombre aprendió a dramatizar, impresionar y aparentar? Porque la gente quieren ser aceptados y amados, pero tienen miedo que los conozcan por lo que son en verdad. Es más fácil y menos amenazador pretender ser una versión artificial que una versión real. ¿Todavía quiere después de lo que ha leído y oído, que lo conozcan por la máscara o por ese verdadero yo? ¿Quiere seguir tomando el camino que conduce a pensar lo que en realidad no es su verdadera identidad en Jesucristo? Fingir es una senda que conduce a vivir una vida atrapada y engañada. Vivir una espiritualidad pretenciosa es agotador y muy desgastante. Es mejor tomar el camino angosto de una vida sin secretos y sin apariencias, una vida en donde la gente lo valora por lo que se es en verdad, no por lo que se pretende ser. ¿Es posible vivir sin esconderse y sin aparentar? ¿Por qué nos gusta impresionar, fingir, disfrazar, y aparentar? ¿De quién aprendimos a fingir, aparentar, encubrir, disimular, disfrazar, y mentir? Nadie puede decir que eso lo aprendió de Jesús, eso el creyente lo ha aprendido del diablo, del mundo y de la naturaleza caída. ¿Cómo sería la vida sin fingimiento y vivir sin apariencias? ¡El cielo en la tierra! Ese es el verdadero plan de Dios para el ser humano, especialmente para el creyente. ¿Cuántos quieren vivir sin velos, sin máscaras, sin disfraces, sin pretextos, sin excusas, y con el rostro descubierto? ¿Qué hacer cuando se está perdiendo el resplandor de una vida radiante? ¡Hay que buscar el arrepintiendo y volver a la autenticidad! La iglesia de Sardis tenía nombre de que vivía pero ya estaba muerta (Apocalipsis 3:1). La hipocresía es idolatría porque es un velo que se usa para engañar. ¿Qué se puede hacer para rechazar la hipocresía? El único antídoto es abrazar la verdad, la autenticidad, la lealtad y la claridad, y aprender a tener una relación personal cada día con Jesús, una conversión radical, y arrepentimiento constante. Fingir es el camino más fácil, hay que escoger el evangelio de las acciones y no de las palabras solamente (Romanos 12:9). La vida de mucha gente es puro teatro y nada de sustancia, deberían de ser actores de novelas y no pretender ser discípulos de Jesucristo (Mateo 6:1). ¿Está usted atrapado en la hipocresía? ¿Se parece su vida a las telenovelas? El punto es que Dios sabe que está fingiendo y mucha gente también, él único que no sabe que tiene mal aliento en la boca es aquel que lo tiene. ¡Es tiempo de abandonar el espectáculo de una vida falsa! Todos tienen el derecho y la libertad de decir basta, todos en algún momento han vivido por mucho tiempo haciendo teatro religioso, pero eso debe cambiar ahora. ¿A quién pretende de engañar e impresionar? (1 Samuel 16:7). El hipócrita quiere vivir para la gloria de los hombres, y no quiere vivir para la gloria de Dios (Juan 3:19-21). La incredulidad, la oscuridad, y la ignorancia son voluntarias en la vida de una persona, es una preferencia o rebeldía voluntaria. Las personas que aman la corrupción se encuentran felices con la enfermedad.
La incredulidad y la ignorancia voluntaria no excusa el pecado sirve para agravar la condenación y la dureza. La personas que ha resuelto andar en sus propios caminos, no hay luz ni llamado que los atraiga y persuada (Jeremías 6:16-17). En esa época había injusticia social, desprecio a la Palabra de Elohim, mundanalidad, deslealtad de los líderes espirituales, cinismo, obstinación contra las amonestaciones. Todo ese contexto de maldad y de pecado hacia que Dios rechazará los sacrificios que inmolaban, fue una generación llamada plata desechada. Los encargados de enseñar la Palabra eran engañadores, curaban las heridas con liviandad, predicando un mensaje de falso de prosperidad. No escuchaban la Palabra de Yahwéh porque tenían oídos incircuncisos, estaban apegados a lo mundano, y eran desvergonzados. Ningún ritual por muy elaborado puede sustituir la obediencia, y son muchos los al igual que Israel que han llegado a un punto donde ya no necesitan una nueva revelación de Elohim, tienen que responder a la verdad revelada que ya conocen. Es fácil seguir el camino de las ceremonias o sacrificios religiosos, pero son muy pocos lo que quieren seguir el camino de la obediencia. Las prácticas externas de una espiritualidad sin tener una actitud interna apropiada siempre serán rechazadas por el Eterno. Cuando la rebeldía y la corrupción han reemplazado la justicia y la verdad en el corazón de una persona, es difícil amar la luz. Hay corazones tan impuros que ningún procedimiento del cielo sirve de nada, ya la escoria no se desprende porque ni el fuego profético ha podido quitar las impurezas y dejar el metal puro. Hay creyentes hipócritas que ningún proceso de refinamiento resulta satisfactorio, son tan impuros que es imposible refinar. Cuando un creyente fracasa en el proceso de refinamiento, cuando la maldad no desaparece, el remedio final es el juicio de Dios. La integridad es un asunto que se decide de antemano no cuando se ponga a prueba la pureza, la verdad, y la fidelidad. ¡Todos luchan con la hipocresía, con ese deseo de fingir!
El comportamiento del pueblo de Dios es tan grave, que el profeta tiene que clamar con toda la fuerza, con toda la autoridad y convicción, y alzar la voz como trompeta o shofar, para advertir (publicar, revelar, proclamar, exponer, explicar, pregonar), la rebelión del pueblo de Dios. La rebelión y la hipocresía es tan engorrosa que no tiene que adular ni rebajar el mensaje, debe decir las cosas tal y como son para que haya arrepentimiento y cura. El trabajo del profeta aquí es mostrar bajo la luz de la voz de Dios (perspectiva divina), el estilo de vida religioso y legalista que estaban viviendo. Estaban viendo en rebelión y pecando sin reconocer que eran pecadores impenitentes. Tiene que predicar sin miedo y alzar la voz como trompeta para llamar la atención, aunque el profeta se exponga a los insultos y persecución debe decirles la verdad. El pueblo de Dios tiene que reconocer que aparentan ser el pueblo de Elohim pero en verdad son hijos de Jacob. Ellos con sus labios alaban, pero el corazón estaba lejos de Dios. El pueblo que Isaías tiene que reprender y confrontar tiene una apariencia de piedad, pero con el estilo de vida niegan la eficacia de la voluntad de Dios. Acuden al templo igual que los fariseos todos los días, hipócritamente quieren saber y conocer los caminos de Dios, como si fueran un pueblo que hace el bien (justicia), y que no habían descuidado la ley de Elohim. Con todo eso tienen el cinismo y el descaro de acercarse a Dios no como el publicano sino como el fariseo que oraba consigo mismo, y todavía le piden justos juicios.
Estos hipócritas se parecen mucho a la iglesia contemporánea, le buscaban cada día, les gustaba oír buenos mensajes, al estilo de Herodes que oía de buen gusto a Juan el Bautista. Se acercaban a Dios no por lo que Dios es y significa, sino por razones personales. No todo el que dice ser evangélico es hijo de Dios ni entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos (Mateo 7:21-23). No sirve de nada confesar a Cristo de palabra y lengua sin hacer Su voluntad (2 Timoteo 3:5), y la voluntad del Padre es la santificación (1 Tesalonicenses 4:3). Decir y hacer son dos cosas distintas, pero que en el creyente deben ser una (Mateo 21:28-32). Y ante la voluntad de Dios solamente existen dos grupos: los obedientes y los rebeldes. La esencia de ser un hijo de Dios es hacer Su voluntad, es la obediencia. La única evidencia creíble de ser hijo del Altísimo es la obediencia. Hay personas que prometen obedecer pero ya han determinado desobedecer. “
(Mateo 7:21-23).
Hacer sacrificios es la parte más fácil para un hipócrita, la parte más difícil es obedecer. Ese ha sido el gran éxito de muchos canales cristianos falsos, llamando a la gente a pactar con Dios (Mateo 25:9). Es más fácil el sacrificio que tener una relación personal con Dios y expresar obediencia. Donde hay verdadero hay amor siempre hay obediencia, de nada sirve hablar todos los idiomas del mundo y el de los ángeles. Sin amor de nada sirve hablar de parte de Yahwéh y hasta conocer todos los misterios, y de nada sirve tener la fe para mover montañas. Sin obediencia y amor de nada sirve repartir los bienes para dar de comer a los pobres, tampoco sirve entregar el cuerpo para ser quemado cuando la relación con Dios es impersonal (1 Corintios 13:1-3). Si la vida de una persona no se encuentra entregada a la voluntad del Eterno, ninguna acción filantrópica es útil (Mateo 7:21-23; Lucas 9:1-2; 10:17-20; 2 Timoteo 2:19). El creyente hipócrita da una importancia extrema a las prácticas externas y ritualistas, esas que son vistas por los hombres, pero descuidan y anulan la limpieza interna del corazón. La impureza interna afecta todo lo externo. El legalismo se enfoca en lo externo pero descuidan la parte interna, incluso son capaces de llegar al cielo sin confesar los pecados ocultos. El principio eficaz es limpiar lo de adentro, la limpieza externa será efecto de la interna y no al revés. Una persona solamente es santa por fuera cuando de verdad lo es por dentro.
No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros”. Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios”
¿Cuál debe ser el indicador de una buena adoración? La transformación, vidas cambiadas por el poder de la Palabra. ¿Podría alguien que sea cuerdo aceptar el alago de una persona hipócrita? ¿Podría Dios aceptar el halago de una persona que no guarda sus mandamientos? ¿Podría un hombre aceptar las palabras dulces y tiernas de una esposa infiel y adúltera? ¿A quién alaban los desobedientes en las congregaciones? ¿Podría alguien aceptar como pago de su trabajo laboral dinero falso? Eso es lo que muchas iglesias le dan al Señor todos los domingos con sus alabanzas de labios sin fruto de un corazón rendido a él. ¿Saben lo que dice el Señor en todos los cultos de adoración? Ya vienen todos esos que alaban de labios nada más, pero en el corazón y estilo de vida viven alejados de mí (Amós 5:21-26).
La hipocresía es una enfermedad moral difícil de descubrir por la simple observación. Al religioso le gusta más el ritualismo externo que la realidad interna de una verdadera adoración. Existe una lectura que conduce a la hipocresía y a la apariencia de piedad (2 Timoteo 3:5), es la lectura impersonal de confundir información con transformación (Mateo 7:28-29). Es un desprestigio y un descredito para la Escritura cuando la conducta de un creyente es contraria a la enseñanza bíblica. La solución no se encuentra en ninguna religión, con todo y eso el desorden se perpetúa y se reproduce. El propósito de Dios fue establecer una comunidad de ciudadanos, y no miembros de una religión. El propósito de Dios fue establecer una relación, no una religión. El concepto de reino es completamente diferente y opuesto al concepto de religión. El vocablo religión tiene una connotación positiva y negativa en las Escrituras, todo maestro debe saber eso para no crear confusión. El diccionario define la religión como un conjunto de adherencias y de creencias que regulan el comportamiento moral, social, y ritualista de los individuos. Es una definición que incluye a todos los sistemas de gobierno y de creencias, ya sean estos comunistas, socialistas, humanistas, hedonistas, agnósticos, y ateos. Es irónico y absurdo, porque los problemas más irracionales en la historia del mundo han tenido su origen en la religión. En el nombre de la religión se han producido masacres y eventos horribles que han desfigurado y representado mal la imagen de Dios (Juan 16:2- 3). La esclavitud, la discriminación racial, la desigualdad social, la explotación, la segregación, el apartheid, y otras prácticas opresivas han sido justificados y argumentados por algunos sistemas y códigos religiosos. Quizás esa sea la razón por la que muchos han abandonado las religiones institucionalizadas para abrazar otras filosofías como el humanismo, comunismo, y agnosticismo (Mateo 24:12). La humanidad ha perdido la confianza en la reputación de la religión, porque busca algo superior a todas esas prácticas defectuosas e ineficientes creadas por el hombre. Todo lo que el hombre crea para conocer y amar a Dios en el esfuerzo personal es imperfecto, incompleto, inexacto, anómalo, deficiente, erróneo, falto de firmeza, débil, pobre, desfigurado, deformado, mutilado, inoperante, y absurdo (1 Corintios 2:6-16). Sin embargo, la religión es un fenómeno natural que ha existido y que existe en todas las culturas. ¿Cuál es el origen y procedencia de la religión? ¿Por qué existe esa inclinación inherente en el espíritu de todo ser humano? La religión es el resultado del hambre que es inseparable y constitutiva del espíritu humano, y que éste no sabe cómo definirlo y concretarlo pero que debe satisfacer (Mateo 4:4). El hombre ha tratado de satisfacer esa hambre mediante supersticiones, fetichismo, ocultismo, rituales sofisticados, costumbres, hedonismo, materialismo, y la lista es muy larga. Las Escrituras no registran en ninguna parte que el hombre después de la caída haya perdido una religión, sino que declaran categóricamente la pérdida del reino y del dominio. Entonces, la búsqueda del hombre no debería ser una religión, sino recobrar el reino y el dominio que en un momento disfrutó con Dios. Esa es la razón por la cual la religión nunca llenará las necesidades más profundas del corazón. Ninguna religión puede sustituir el reino de Dios y llenar el vacío del alma. El hambre de todo corazón humano es por el reino perdido, aunque muchos son atrapados en esa búsqueda por la religión. Todo lo que Jesús dijo y realizó, sus enseñanzas, sus sanidades, y sus milagros, estaban enfocados en el contexto del reino, y no en una religión. Durante el ministerio terrenal de Jesús, existía un grupo llamado los fariseos, éstos habían reducido y convertido el mensaje de Moisés en una religión sofisticada (Éxodo 19:6, 1 Pedro 2:9).
En el jardín del Edén se perdió la vida y la presencia de Dios, se perdió la fuente verdadera, y Jesús vino a restaurar esa comunión. Desde el comienzo, Jesucristo dejó bien claro cuál era la necesidad más grande del ser humano, y que la única solución para ese dilema, era el reino de los cielos y no el establecimiento de una religión (Mateo 4:17; 5:3). Eso significa, que la solución de Dios para acabar con la desnutrición y la bancarrota del ser humano no es la religión, sino el Reino de los Cielos. Solamente el reino de Dios tiene la capacidad de satisfacer, realizar, cumplir, desempeñar, hacer realidad, y de llenar el hambre de los pobres espirituales. Ningún gobierno y ningún juicio pueden ser rectos, cuando la norma es torcida, cuando el enfoque es natural y animal (Santiago 3:13- 18). La tendencia natural del hombre cuando no ve el camino de Dios es hacer su propio camino, y encender su propio fósforo (Isaías 50:10-11). Cuando el hombre rechaza deliberadamente el gobierno y la relación que Dios le ofrece, la consecuencia será abrazar un sustituto, un gobierno adulterino y falsificado. Cuando el Señor vino en nombre de su Padre, y no le recibieron; la alternativa sería abrazar a los falsos cristos (Juan 5:43; Mateo 24:24; 2 Tesalonicenses 2:10-12). Aquellos que rechazan la verdad, tendrán que abrazar el engaño por complacerse en la injusticia, la neutralidad no existe en el mundo espiritual (Juan 3:19-21). Las condiciones espirituales, sociales, morales y éticas, económicas, físicas, étnicas, culturales, ambientales y ecológicas sobre la tierra demandan un gobierno que sea superior. Los esfuerzos del hombre por querer establecer un gobierno independiente de Dios, lo ha llevado a desarrollar modelos opresivos, defectuosos y destructivos que se han quedado cortos con las más nobles aspiraciones de éste, porque siempre han infligido en repercusiones negativas en sus semejantes (Mateo 13:44-46).
El hipócrita siempre ofrece a Dios cualquier cosa menos la obediencia que se le debe. Balaam, Caifás y Saúl también profetizaron. Judas echaba fuera demonios, y a pesar de todo eso, se perdió. A toda esa gente, el Juez del universo los rechaza bajo el agravante de nunca haberlos conocido (no tenían una relación) y que eran hacedores de iniquidad. Solamente hay dos grupos: los que oyen y ponen en práctica las palabras de Dios, y los que oyen pero no obedecen (Mateo 7:24-27). El fanatismo religioso externo sin una realidad interna es un culto hipócrita e impotente, porque el corazón se ha alejado de Dios (Mateo 15:8; Marcos 7:6). ¿Por qué una acción buena puede ser una abominación delante de Dios? Por la simple razón que ese acto externo o manifestación externa por muy buena que parezca no refleja la condición interna del corazón. Dios no tolera ni acepta el culto de un corazón dividido o de doble ánimo (2 Reyes 17:33, 41; Sofonías 1:4-5; Lucas 9:62; 16:13; 1 Corintios 10:21; Santiago 1:8; 4:8; Oseas 6:4; 10:2). Cualquier adoración al Señor que no surja de la fe revelada en las Escrituras, no es agradable a Dios, sin importar lo religiosa y moral que sea (Romanos 4:20- 21). El Señor es glorificado cuando el servicio proviene de una fe que se apoya en las fuerzas del Espíritu Santo (1 Pedro 4:11). Cualquier persona puede ver la razón del desagrado de Dios ante la adoración de un pueblo hipócrita (Isaías 1:15-16). Iban al templo, pero tenían las manos llenas de sangre, eran injustos y malvados, oprimían al huérfano y a la viuda. Es verdad que Dios aborrece la incoherencia, en la casa de oración todos parecen angelitos, pero fuera de allí actúan como diablitos. Una persona puede ser malvada, pero cuando se presenta a Dios en arrepentimiento y ofrece un sacrificio con un corazón contrito y humillado (abrumado y disgustado con su pecado), Dios acepta la oración y el sacrificio de esa persona (Ezequiel 18:21-32; 33:10-20).
La razón por la que Dios rechaza y abomina los sacrificios de los injustos no es solamente la incoherencia de un estilo de vida, se presentan como personales fieles. Lo que hace más grave el asunto es que se muestran delante del Señor con corazones impenitentes (rebeldes, insumisos, incorregibles y protervos), y sin ninguna intención de abandonar el pecado (Ezequiel 14:1-11; 33:30- 33). El sacrificio de los hipócritas es una abominación delante de Dios, porque los actos externos son una extensión y manifestación de un corazón malo y perverso (Mateo 12:33-37). En el tiempo del profeta Ezequiel, los ancianos de Israel se sentaron para escuchar y al mismo tiempo para preguntar la voluntad de Dios con ídolos (prejuicios) en el corazón. Sin embargo, esas mentes estaban ya influenciadas por criterios mundanos y paganos, resueltos a persistir en la idolatría. Externamente aparentaban querer escuchar la voluntad de Yahwéh, pero internamente ya habían determinado el tropiezo de la maldad exaltando los ídolos en el corazón. La rebelión externa contra Dios se debía a una adoración interna de los dioses falsos. La hipocresía es una idolatría del corazón y siempre andan buscando profetas que endulcen los oídos, comezón de oír conforme a la concupiscencia (2 Timoteo 4:3-4). El hipócrita le gusta jugar con Dios, cree que lo que Él tiene que decir es un buen entretenimiento para escuchar y ver. Los cautivos en el tiempo de Ezequiel sentían curiosidad por el mensaje que tenía el profeta. No se perdían ningún mensaje de Ezequiel, ya fuera en público o en privado, un pueblo de labios pero con el corazón lejos de Yahwéh Elohim (Mateo 15:8). Lo mismo sucede actualmente, son miles de creyentes nominales que se acercan a la casa de Dios para escuchar la Palabra, pero sin la intención de ponerla por obra. Aplauden la Palabra pero con el corazón andas en pos de intereses personales. Les encantan los buenos mensajes, la buena música, la buena alabanza, pero la Palabra quedará sin efecto por la incredulidad del corazón.
Yahwéh Dios se niega y se rehúsa escuchar la oración, la alabanza, el servicio y cualquier sacrificio de un hipócrita, de alguien que no quiera conformar su estilo de vida a la voluntad de Él. La alabanza de los hipócritas es pura fachada, es una máscara externa de una gran corrupción interna. Es increíble como mucha gente alaba (cantar), ofrendan, diezman, y sirven al Señor, siendo enemigos de Él. Los judíos del antiguo pacto, llevaban muchas víctimas de animales al altar de los holocaustos y mucho incienso al altar de los perfumes, pero el corazón de ellos estaba vacío de la verdadera piedad y voluntad del Señor. Holocaustos sin sustancia interna (sin cambios en el corazón), oraciones y alabanzas sin el fruto de una vida de obediencia es una hipocresía religiosa. Las manifestaciones de los hipócritas sin importar los sacrificios que hagan, son expresiones vanas que le producen al Señor repugnancia y asco (Apocalipsis 3:16). El culto de los tibios, de los mediocres, de los carnales, de los mundanos, de los religiosos, de los hipócritas, y de los indiferentes es una abominación a los ojos del Eterno (Hebreos 4:2; 6:4). El culto de un creyente nominal no vale nada. La alabanza, la oración, y la adoración de un hipócrita es doble iniquidad, se parecen a la higuera que tenía hojas verdes pero carecía de la sustancia del fruto (Marcos 11:12-14; 20-26; Mateo 21:18-22). La alabanza es el fruto de labios que confiesan el nombre de Yahshúa y que celebran ese nombre, con frutos dignos de arrepentimiento (Mateo 3:8; 7:16-17; 21:18-22; Lucas 6:43-44; 13:6-9; Juan 15:2; Romanos 6:22; 7:4; Gálatas 5:22; Judas 1:12). Las mismas amenazas que fueron dirigidas por el Señor, también se aplican a cualquiera que sea culpable de los mismos pecados. Las amenazas que hay para los hipócritas de la biblia son para todos los hipócritas de cualquier época y lugar.
La alabanza de un hipócrita es nada más desde los dientes para afuera, pero no hay amor en el corazón. El hipócrita dice una cosa pero hace y vive otra. El culto de un hipócrita no sirve, no logra el objetivo con Dios, porque no es en Espíritu y en verdad (Juan 4:23-24). No tiene que ver el lugar ni la posición del cuerpo, sino la actitud y la disposición del corazón, del alma. La Escritura siempre pone el énfasis en la condición interna del corazón y de la mente. No es suficiente saber quién es el objeto de la adoración, sino también la manera correcta de realizarlo. En materia de adoración y alabanza es muy importante no solamente el objeto a adorar sino también la actitud del sujeto.
Nadie puede alabar y adorar al Señor si no se ajusta en su conducta a las enseñanzas del Evangelio. Hay fuego, hay leña, hay combustible dice el Señor, pero dónde se encuentra la victima (Romanos 12:1; Mateo 16:25; 19:21).
II) LA JACTANCIA Y LA QUEJA DE LOS FALSOS ADORADORES ANTE YAHWÉH (v.3).
La jactancia es un orgullo que ha tenido éxito, la lucha contra el orgullo es algo que solamente se logra teniendo la naturaleza de Dios y al Espíritu Santo. La humildad es una virtud y fruto del Espíritu Santo, no florece ni sobrevive en donde la presencia de Dios no existe. El orgullo es buscar satisfacción en otras cosas menos en Dios. El orgullo tiene muchos rostros como la autocompasión, el orgullo de los débiles. El miedo es otra forma de orgullo, la ansiedad, la incredulidad, la lujuria (buscar placer en el sexo), codicia (buscar satisfacción en las cosas materiales), el rencor (buscar placer en la venganza), la impaciencia (buscar la solución en uno mismo). El origen del orgullo es la insatisfacción (descontento) en Dios, en la humildad hay satisfacción en Dios y en sus caminos. ¿Quién es mi mayor satisfacción? (Jeremías 49:4; Salmo 73:25; 16:5, 11; 42:1-2; Habacuc 3:17-18). La queja siempre se expresa con murmuración, con resentimiento, acusación, censura, y reproche. Es todo lo opuesto al contentamiento, a la complacencia, deleite, satisfacción, gozo, pasión y gratitud hacia Dios. “¡Hemos ayunado delante de ti! —dicen ellos—. ¿Por qué no te impresionamos? Hemos sido muy severos con nosotros mismos, y ni siquiera te das cuenta”. ¡Les diré por qué! —les contesta el Eterno—. Es porque ayunan para complacerse a sí mismos. Aun mientras ayunan, oprimen a sus trabajadores (v.3). “y hasta me reclaman: “¿Para qué ayunamos, si no lo tomas en cuenta? ¿Para qué nos afligimos, si tú no lo notas?” Pero el día en que ustedes ayunan, hacen negocios y explotan a sus obreros (v.3). Al analizar detenidamente este pasaje se descubre que esos adoradores hipócritas, se estaban jactando de sus prácticas espirituales por un lado y al mismo tiempo se estaban quejando, dando a entender que Dios era infiel e indigno de confiar en él. Los sacrificios espirituales nunca pueden sustituir la obediencia y la buena comunión con Dios. Cuando Abel trajo lo mejor y lo más gordo de los primogénitos de las ovejas. Dios primero miró con agrado a Abel (primero vio la motivación, el estilo de vida, el carácter del adorador), luego miró la ofrenda (si era lo que Dios había ordenado, lo mejor). Pero no miró con agrado a Caín (era malvado, hipócrita, religioso, mal carácter, mala relación con Dios, rebelde, un estilo de vida opuesto a la santidad de Dios), pero Dios no miró con agrado la ofrenda de Caín (no era lo que Dios había ordenado ni establecido, buscaba salvación por obras y por méritos propios). Los hipócritas de la época de Isaías estaban caminando en el sendero de Caín, cuando Dios no aceptó esa adoración, se sintió resentido (Lucas 18:12).
Ellos pensaban que los actos religiosos eran buenos y que Dios tenía que responder sin importar la conducta de ellos. Están culpando a Dios de ser injusto, infiel y der ser parcial, y que lo mejor sería abandonar todo ese tipo de ceremonias pues ningún provecho sacaban con eso (Malaquías 3:14; Job 21:14-15). Sin embargo, la razón por la que Dios no aceptaba esos sacrificios espirituales, esas ceremonias y esos ayunos, era porque la motivación no era Dios eran ellos mismos, y también estaban oprimiendo a los trabajadores que tenían. Eran unos adoradores codiciosos, explotadores, gente sin misericordia, aun cuando se acercaban a Dios lo hacían como gente que practicaba la ley y la justicia, pero continuaban siendo injustos (Zacarías 7:3; 8:19).
III) LA MOTIVACIÓN DE LOS ADORADORES IRREVERENTES (v.4-5).
Cuando decidían buscar a Yahwéh Dios mediante los sacrificios espirituales, no lo hacían con la motivación apropiada, eran contenciosos y despectivos (indiferente, insensible, desdeñosa, arrogante y vanidosa). Usaban mal el ayuno, en lugar de escudriñar los pecados que más provocaban la ira de Dios, usaban esa falsa espiritualidad para acusar falsamente a personas inocentes (1 Reyes 21:12). En lugar de juzgarse a sí mismos bajo la presencia de Dios y el poder de la Escritura, usaban esa falsa espiritualidad para condenar a los demás. Los adoradores irreverentes siempre buscan la presencia de Dios con una motivación personal y con una agenda personal. Sin embargo, dentro de las idolatrías más perniciosas son aquellas en las que se usa a Dios para alcanzar la salud, la riqueza, la fama, el poder y la popularidad. Eso es pervertir el Evangelio y usar el nombre de Dios y las Escrituras para la gloria del hombre. Es un evangelio en donde Jesús es un medio para que los idolatras puedan tener cualquier ídolo. ¿Cuántas veces hemos presenciado un culto irreverente, ofensivo, atrevido? Es la adoración (amar, honrar, respetar, reverenciar) de todos aquellos que con son sus actos y actitudes desprecian, detestan, y aborrecen al Señor. ¿Anhelamos el fuego y el favor de Dios como respuesta? El creyente no puede seguir adorando a Dios con sus propios estándares ni con una falsificación equivocada de la majestad del Señor. La irreverencia es una respuesta malvada al amor de Dios. El llamado del reino de Dios al compromiso es claro: Todo o nada. La idea de un evangelio sin fruto es un invento del creyente mediocre (irreverente), tal cosa no existe. ¿Qué dice de la parábola del sembrador? Los primeros tres suelos no dieron fruto, y el árbol bueno se conoce por su fruto. ¿Puede alguien ser un seguidor de Cristo sin ser un discípulo? (Mateo 16:24-25). Dios quiere lo mejor, merece lo mejor, y demanda lo mejor (Oseas 13:1, 5-8). La irreverencia es falta de amor y de temor al Señor. Los irreverentes rinden un culto sin honor y sin respeto (Malaquías 1:6-7). ¿Cómo habían despreciado el nombre de Dios? En lo espiritual eran culpables de mundanalidad y de irreverencia. En lo moral eran culpables de hechicería, de adulterio, de fraude, y de opresión. En lo social eran culpables e infieles a sus responsabilidades familiares. En lo material se estaban robando el diezmo de Dios. Si las relaciones humanas demandan respeto y honor, cuánto más la relación con Dios. Utiliza la relación de padre a hijo, y de señor (amo), a criado.
Menospreciar el nombre de Dios es rechazar la persona misma de Dios. Burlarse, tener en poco, sacar la lengua, dar la espalda, ignorar, rebajar, degradar, disminuir, es minimizar. Era un culto que procedía de una mala disposición del corazón.
El pan indica los sacrificios, y la mesa es el altar de los sacrificios. ¿Es posible venir a la casa de Dios y al mismo tiempo ignorarlo? Si es posible, es oír la Palabra y nunca ponerla por obra, el estilo de vida de los edificadores insensatos (Mateo 7:24-27). Dios no es honrado ni respetado cuando se le da el segundo lugar. ¿Qué clase de pan ofrece la iglesia actual al Señor en el altar? Es un pan (sacrificio) sucio, mugriento, indebido, e inmoral. Dios no es honrado cuando se le ofrece un servicio de mala calidad, cuando no hay compromiso con su causa, cuando el creyente se vuelve un espectador y no protagonista, cuando se entierran los talentos por ocupaciones mundanas. Cuando el tiempo, la televisión, y el placer hace que la gente se queda en casa. ¿Qué sería de tantos creyentes si el servicio, y la asistencia a la iglesia fuera un empleo? Una partida de desempleados, mendigos espirituales, miserables, desventurados, pobres, ciegos y desnudos (Apocalipsis 3:17-18). Los irreverentes siempre ofrecen sacrificios indignos e incompatibles con la grandeza y el carácter de Dios (Malaquías 1:8-9). ¿Qué se entiende por indigno? Injusto, vergonzoso, degradante, inmerecido, ofensivo, irritante, despreciable, repugnante, inadecuado, indeseable, y asqueroso. ¿Qué es incompatible? Opuesto, diferente, contrario, discordante, disconforme con la grandeza de Dios. Que nadie se atreva ofrecer a Dios lo que no aprobaría un mero hombre. Que nadie busque el favor de Dios ofreciéndole lo peor. Los sacrificios cojos y enfermos son un insulto para Dios. Las ofrendas, sacrificios, y servicio a Dios tienen que estar a la altura de Su grandeza. La gente que rinde un culto ofensivo a Dios se debe a una mala comprensión de la majestad de Dios. El pueblo del Eterno debe de dejar de traer más ofrenda ciega, coja, enferma, y hurtada al Señor. Los adoradores irreverentes ministran con una actitud vana o indiferente (Malaquías 1:10). Servir con una actitud así mejor cerrar las puertas del templo (v.10). ¿Cuántas iglesias deberían cerrar las puertas en la actualidad por esa actitud irreverente? Nadie es admitido en Su presencia con una actitud mecánica y formalista (v.10b). La adoración apática, mecánica, y sin corazón no es recibida por el Señor. Es la hora de renunciar a lo necesario y valioso desde el punto de vista humano, y comprar oro refinado en fuego (Apocalipsis 3:15-18). Ofrecer la sobras a un Dios excelente es una perversidad, eso es maldad (Malaquías 1:11-14). Dios es grande y merece la excelencia de Su pueblo (v.11). Donde hay excelencia hay gratitud, grandeza, dignidad, calidad, superioridad, peso, categoría, valor, y utilidad. Las sobras son los desperdicios, los desechos, los residuos, las migajas, y la basura. Eso para Dios es un insulto, es desprecio, es burla, es menosprecio, es irreverencia. Las sobras desde el punto de vista de Dios es maldad, es ruindad, es traición, y es pecado. Hay que dejar de llamar a las sobras un horario ocupado, se llama maldad. El valor de un regalo primero habla de la persona que lo entrega. Dios siempre va a rechazar el culto de los creyentes irreverentes, tibios, mediocres e hipócritas (Malaquías 2:1-9). Un culto de adoración sin amor (sin obediencia y sin comunión) es condenado por Dios (1 Corintios 13:1-3). Dios no es alguien que pueda ser añadido a la vida, es el centro o nada. Es un insulto decirle a Dios con obras que existen cosas mejores que Él. La fe verdadera significa no retener nada.
IV) EL VERDADERO PROPÓSITO DE LOS SACRIFICIOS ESPIRITUALES (v.6-7).
¿Cuál es la verdadera naturaleza de un ayuno espiritual? ¿Cuál es la diferencia entre un sacrificio verdadero y otro que es falso? ¿Cuál es el objetivo de los sacrificios espirituales?
El propósito del ayuno es tener una comunión estrecha con Dios no se trata de manipular la voluntad del Altísimo, es conocer esa voluntad y rendirse. Es un medio para afligir el alma, buscar la humillación y el arrepentimiento. No es suficiente con poner cara de melancolía (tristeza, desconsuelo, dolor), inclinar la cabeza como los hipócritas que desfiguran el rostro para que los tengan por espirituales (Mateo 6:16; Lucas 18:13). El verdadero ayuno no es afligir el alma por un día, se trata de un estilo de vida, de tener un comportamiento lleno de justicia y de misericordia. Yahwéh ha declarado lo que es bueno, y lo que pide de la iglesia y del creyente, solamente practicar la justicia, amar la misericordia y caminar en humildad delante del Eterno (Miqueas 6:8; Jeremías 7:22-23). Ninguna ofrenda es aceptable cuando la obediencia no existe en el adorador (Jeremías 17:22-23). El sacrificio y el servicio son aceptables para Dios únicamente dentro del contexto cuando son acompañados de una actitud correcta hacia Dios y el prójimo (Salmo 51:16-18). La justicia y la misericordia son de mayor agrado a Dios que los sacrificios hipócritas que no tienen un fundamento en el diario vivir (2 Pedro 1:5-7). La manera de vivir es la evidencia para saber en qué lado del reino se pelea. Nadie puede recoger uvas de los espinos ni higos de los cardos (Mateo 7:16- 18). Nadie puede habitar en el reino de Dios sin justicia y el fruto de la esa virtud es la santidad (Hebreos 1:8-9). El engaño de los religiosos es pensar que por practicar ciertas disciplinas espirituales ya son santos cuando la justicia está ausente del diario vivir (2 Timoteo 3:16). Siempre las personas siguen los valores de menor importancia, lo fácil (Mateo 23:23). El principio es que los valores en competencia no pueden coexistir, por eso Jesús dijo que nadie puede servir a dos señores (Mateo 6:24-33). Lo bueno siempre será enemigo de lo mejor, y lo fácil de lo más importante. El engaño consiste en que los valores menores siempre exigen menos fe y espiritualidad, pero los valores secundarios nunca llenan de satisfacción y de victoria. Los sacrificios eran aceptables dentro de la conformación de una vida en obediencia a la voluntad revelada del Eterno. Por encima de cualquier observancia externa, la actitud interna del corazón es la marca de la verdadera espiritualidad. Yahwéh Elohey demanda la obediencia antes del sacrificio. El pecado habitual de los hipócritas es la apariencia externa sin que exista una sustancia interna. A los legalistas les gusta cumplir con las ceremonias del culto externo, pero no les agrada cultivar la justicia y la misericordia. Esta clase de creyentes nominales siempre han existido en la iglesia en todos los tiempos, y nunca van a desaparecer, la cizaña y el trigo siempre va existir en las congregaciones. Justicia es cuidar de los vulnerables (Proverbios 31:8-9; Zacarías 7:9-10), es reflejar el carácter de Yahwéh Elohim (Salmo 146:7-9; Deuteronomio 10:17-18; 27:19; Job 29:12-17; 31:13-28; Ezequiel 18:5-8). El ceremonial de los sacrificios subraya que el hombre caído sólo puede acercarse a Dios mediante un sustituto, y que sólo merece seguir viviendo aquel que respete la justicia y la santidad de Elohim. El amor, la justicia y la verdad son valores de mayor importancia en la ética bíblica (2 Corintios 9:9-10; Amos 5:21-22). La Escritura cuestiona la espiritualidad de cualquier creyente que evade la responsabilidad de la justicia social, porque la ética de la iglesia se basa en el amor (Mateo 22:40; 7:12). Es el amor el que da significado moral a la justicia y produce acciones morales que la justicia no puede ordenar. La espiritualidad o piedad que deja afuera la justicia social y la misericordia, es falsa (Santiago 1:27; Deuteronomio 10:12; Eclesiastés 12:13; Romanos 13:10).
Los actos religiosos por muy exuberantes que sean cuando no tienen el contenido de la obediencia y la participación del corazón no sirven de nada. Ayunaban y ofrecían sacrificios, pero sin querer convertirse del mal camino, todo lo hacían buscando el provecho personal explotando a los trabajadores. Se acercaban a Yahwéh Elohim como hombres que practicaban la justicia, pero eran explotadores, codiciosos y sin compasión. El objetivo del ayuno es tener comunión con Dios y hacer Su voluntad, juzgarse a sí mismo para buscar el arrepentimiento genuino. El sacrificio que no promueve el arrepentimiento del pecado y que se niega a abandonar la injusticia, no es un verdadero sacrificio, es fuego extraño. El verdadero sacrificio no era el animal tipológico, era la entrega del corazón y presentar esos cuerpos y todas las facultades en sacrificio vivo (Romanos 12:1-2). Aunque los rituales eran didácticos y tipológicos, Dios esperaba que no fueran mecánicos. El sacrificio de Jesús en la cruz es la sustancia de todas las figuras que señalaban los sacrificios. El principio de ofrecer sacrificios a Yahwéh Elohim sigue vigente, pero transformados por la obra de Jesús. Los sacrificios espirituales del creyente ahora son la alabanza, la cena del Señor, el privilegio de ofrendar y diezmar, la oración y la intercesión, la ventaja de la predicación, el ejercicio de los dones, la entrega de la vida, y la fe como sacrificio espiritual (Hebreos 13:5; Romanos 12:1-2). ¿Por qué los sacrificios eran un asunto de extrema importancia para Yahwéh Elohim? Génesis enseña la grandeza y la gloria del hombre, la ruina del ser humano, la redención y la manera de acercarse a Dios después de la caída. El problema con el ayuno es que siempre se le ha dado un uso equivocado, la gente rebelde ayuna cuando deberían perdonar y liberar. El verdadero ayuno es evitar el prejuicio racial, cuidar de los necesitados, destruir las estructuras de explotación. No tiene ningún sentido ayunar cuando la opresión continua, cuando no se comparte el pan con el hambriento, cuando no hay hospitalidad, cuando no se viste al desnudo, y cuando esa gente se esconde de la necesidad de los pobres (1 Juan 2:16-17; Mateo 25:35). Yahwéh Elohim primero observó el corazón y el carácter de Abel y de Caín, y luego la ofrenda. Antes de ayunar es mejor desatar las ataduras que se han impuesto a otros, cancelar cualquier deuda y falta de perdón y acabar con la vejación. Los sacrificios representaban la manera simbólica en la que el adorador encontraba un camino de acceso a Dios y de aceptación delante de Él. Un camino de ingreso que se basaba en la justicia de otro, en éste caso del animal como tipo (Hebreos 10:20). El velo en el tabernáculo era una puerta y una barrera, testigo de la distancia entre el hombre pecador y la santidad de Dios. Ese velo representa la humanidad encarnada del Hijo del Eterno, el gran misterio de la piedad, Dios manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, y recibido arriba en gloria (1 Timoteo 3:16). El velo rasgado habla del camino nuevo y vivo para entrar al lugar santísimo por la sangre del Cordero (Mateo 27:50-52; Juan 14:6). El acceso a Dios no se lograba mediante el esfuerzo del hombre sino por medio de la ofrenda provista por Dios. El ceremonial de los sacrificios destaca que el hombre caído sólo puede acercarse a Dios mediante un sustituto. Tan pronto como el hombre cayó en el pecado Dios lo restauró mediante la promesa de la simiente de la mujer, y entró en escena la noción del sacrificio (1 Pedro 1:2, 18-20; Romanos 8:29; 2 Timoteo 1:9; Tito 1:2; Apocalipsis 13:8). La razón de los sacrificios es acentuar que el pecado es un asunto grave porque ha creado una barrera entre Dios y el hombre.
Es un mal que Dios lo rechaza, porque trae degradación, humillación, vergüenza, bajeza, deshonra, vileza, indignidad, ruindad, mezquindad, separación, corrupción, perversión, vicio, y muerte espiritual. Por la gloria de los atributos de Yahwéh Elohim, el hombre no se puede acercar a Él sin un mediador (Hebreos 12:24; 7:22). La importancia de los sacrificios aparece claramente después de la caída del hombre, cuando Dios mismo vistió al hombre con túnicas de pieles. Para que la gracia de Dios pudiera mostrarse de esta manera, un animal tuvo que ser sacrificado. Fue necesario el vestido de un animal para proveer atuendo que otrora no hacía falta. Bajo esa circunstancia Dios introduce la justicia de otro para cubrir la desnudez del hombre. El pecador no era aceptado por lo que él era, sino por lo que era la ofrenda tipológica o sustitutiva (Hebreos 11:4). Los sacrificios enseñan que para acercarse a Dios el hombre no debe hacerlo con las manos vacías, debe hacerlo con los méritos del sustituto (2 Corintios 5:21; Génesis 22:13; Levítico 17:11; Marcos 10:45). En este punto es bueno aclarar que sustitución y representación no es lo mismo. Un sustituto es alguien que actúa en lugar de otro, al grado que ya no se necesita la acción del otro. Un representante es alguien que interviene en nombre de otra persona. En la ofrenda del holocausto Jesucristo representa al hombre, pero en la ofrenda de expiación lo sustituye. Sin embargo, en la cruz hay representación, sustitución y también imputación. Los sacrificios eran la provisión de Dios, la providencia de un Elohim de gracia. Los sacrificios no vuelven a Dios misericordioso, porque Él mismo es quien provee el sacrificio, el holocausto, la inmolación, la ofrenda y la expiación. ¿Quién era el único que podía presentar esa ofrenda? Solamente Dios, en la persona del Hijo Amado (Efesios 5:2). La finalidad de los sacrificios es que el hombre pueda acercarse a Dios mediante un sustituto (Jesucristo), para que el Espíritu Santo pueda habitar en medio de gente pecadora (Éxodo 29:45-46; Levítico 16:15-20). Los sacrificios enfatizan que, antes que nada, están los derechos de Dios, y la gloria de todos sus atributos. Ahora el creyente ya no vive bajo la sombra de los bienes venideros, sino bajo la sustancia misma de las cosas (Hebreos 10:1). Después del sacrifico perfecto y consumado, ya no tiene sentido buscar el acceso a Dios por medio de ceremonias, rituales, símbolos, y mediadores humanos, el acceso es únicamente por la sangre del Cordero (Juan 14:6; 6:44). Sin embargo, en la historia de los sacrificios el pueblo llegó a una coyuntura en donde el arte de ofrecer sacrificios a Dios se había transformado en algo mecánico, en un concepto rutinario, y automatizado. La iglesia de Efeso cayó en una relación impersonal y mecánica, una iglesia que ya no estaba siendo conducida por el Espíritu Santo. Un enfoque y una actitud que controlaba la mente de los adoradores, pero donde ya no se trataba de una relación personal con Dios, una relación impersonal. Y cuando el pueblo de Israel llegó a esa coyuntura, Dios también expresó su descontento con el sistema de sacrificios, porque el verdadero significado de los sacrificios no se debía buscar en el animal ofrecido sino en la actitud del corazón del adorador, un corazón pobre y humilde (Isaías 66:1-3; Levítico 7:1-38; 1 Samuel 15:22; Salmo 50:8-10; 51:16-17; Isaías 1:11-17; Jeremías 6:20; 7:21-26; 14:12; Oseas 6:6; Amós 5:21-27; Miqueas 6:6-8; Malaquías 1:6-14; Mateo 9:13). Los sacrificios eran sólo sombras, lo más importante era la obediencia a la voluntad de Yahwéh. Aunque la ley demandaba que fuesen hechos los sacrificios, Dios no hallaba placer en las ofrendas que la gente le presentaba sin obediencia y sin devoción (Hebreos 10:8-10). Fue Dios quien instituyó esas prácticas para que el hombre no tuviese que morir, pero los sacrificios eran solamente sustituciones.
Lo que Dios detesta, aborrece, desprecia, y repugna son los sacrificios ofrecidos sin fe y sin obediencia a él. La voluntad de Dios tiene que ser prioridad en la vida del adorador, porque Él se complace en la inquebrantable confianza y obediencia de sus hijos (Hebreos 5:8-9). ¿Qué se proponía Yahwéh Dios señalar con los sacrificios? La idea de la sustitución que es reemplazar a otro que ha perdido el derecho y la justicia delante de Dios. La sustitución consiste en que una persona toma el lugar de otra, para recibir el castigo y salvarlo de la condenación. El principio sustitutivo aparece con Abraham, un hecho histórico y muy significado (Génesis 22:13). La salvación es por sustitución, porque hay uno que carga con el pecado de otro (Juan 1:29-34). Las ofrendas representaban, por un lado, que lo mejor de la vida debía ser consagrado a Dios indicando que pertenecían a Él. Y por otro, una sustitución vicaria, porque la muerte alcanzaba a la víctima, en lugar del adorador. Hay que destacar que la noción de sustitución no se expresa únicamente por el acto ritual de imponer las manos sobre la víctima, se indica también en los resultados que se obtenían de los sacrificios. La idea fundamental de los sacrificios en sus varias expresiones, es la sustitución, que incluía la expiación, la redención, el castigo vicario y perdón, el arrepentimiento y la confesión. La noción de una víctima sustitutiva, y de una satisfacción vicaria, se trata de una gran idea de Dios. Es una gran responsabilidad para cualquier líder en autoridad eliminar la violencia y el fraude, abolir la injusticia y cubrir al desnudo.
V) PROMESAS AL BUSCAR A DIOS CON LA ACTITUD CORRECTA (v.8-12).
El primer beneficio que Yahwéh promete al adorarlo en espíritu y en verdad y con la actitud correcta es hacer nacer la luz como el alba (Isaías 60:20; 1 Juan 1:5; Apocalipsis 22:5). Luz es una metáfora que simboliza la vida, testimonio, la verdad, la justicia y la santidad (Juan 1:4, 9; 8:12; Hechos 22:6). La luz espiritual y moral es una bendición para aquellos que siguen al Señor Yahshúa. La luz sirve para enfrentar las tinieblas porque las tinieblas deforman la vida en comunidad. Cuando esa luz nace en el corazón del hombre, ese adorador es librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino del amado Hijo de Dios (1 Pedro 2:9; Colosenses 1:13). Cuando esa luz brilla como el amanecer, Dios saca a ese adorador de la noche espiritual, de los deseos pervertidos, de la voluntad egocéntrica. Cuando esa luz llega no puede ser ocultada, es para glorificar al Padre que está en los cielos (Mateo 5:14-16). El mundo se encuentra en tinieblas, y el creyente debe brillar con la luz de Jesucristo (Apocalipsis 4:5). El verdadero ayuno trae la iluminación del Espíritu Santo, ese creyente recibe entendimiento, discernimiento e inteligencia espiritual para tener la mente de Jesucristo (Efesios 1:17-18). La sociedad necesita sal y luz, y sólo el evangelio puede generarlo. El evangelio que transforma personas también transforma culturas. El mundo está en oscuridad, pero el creyente ha de ser la luz. El mundo está en descomposición, pero el cristiano ha de ser la sal que detenga ese proceso. La luz debe brillar en la oscuridad, y la sal debe penetrar en la carne que está en descomposición. Una lámpara no sirve de nada si se coloca debajo de la cama. La sal no sirve de nada si permanece en el salero. ¿Cuál es la eficacia de la luz? Cuando se enciende la luz la oscuridad se disipa efectivamente. Jesús señala que el cristiano puede detener la decadencia social y disipar la oscuridad del mal. Sin embargo, el creyente en el mundo debe mantener la identidad que le fue dada en Jesucristo.
La sal no debe perder su sabor, y si la pierde ya no sirve para nada. Si la luz pierde su brillo, también deja de ser útil. Cuando el creyente está en el mundo debe mantener sus convicciones, sus valores, las normas y el estilo de vida cristiano. ¿Por qué la sal y la luz de Jesucristo no están afectando y cambiando la sociedad? Si la oscuridad y la corrupción abundan, es culpa de la iglesia y debe reconocerla. ¿Cómo demostró su llegada el Hijo de Dios a la tierra? Demostró su llegada sanando a los enfermos, alimentando a los hambrientos, perdonando a los pecadores, haciéndose amigo del rechazado y resucitando a los muertos. Jesús dijo: Como me envió el Padre, así también yo os envío (Juan 20:21). El segundo beneficio es que las heridas (ofensas y las enfermedades) sanarán muy pronto, porque la sanidad divina es el pan de los hijos (Mateo 15:24-28; Marcos 7:24-30). La iglesia se encuentra establecida sobre mejores promesas y un mejor pacto (Hebreos 8:5-13), cuenta con poder del Espíritu Santo (Lucas 4:18-19), y hay provisión para cualquier mal (Lucas 4:25-27). El fundamento bíblico para la sanidad divina se encuentra en la Escritura (Marcos 16:17-18; Mateo 8:14-17; 9:35-38; 10:7-8; Éxodo 15:26; Salmo 103:1-4; 147:3). ¡La fe es la respuesta del hombre a la voz de Dios revelada en las escrituras sagradas! En una sinagoga había una mujer que hacía 18 años tenía un espíritu de enfermedad, y andaba encorvaba, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios (Lucas 13:10-13; Mateo 12:22; Hechos 10:38). La fe es un regalo de Dios y es por el oír la Palabra de Dios (Romanos 10:6-11), y si el creyente ya recibió lo mayor porque no vamos a recibir lo menor (Romanos 8:31-39). Dios tiene un plan perfecto y lo va a terminar, no hay manera de detener a Dios a mitad del camino. ¡Todo ya fue consumado en la cruz! Abraham creyó a Dios en vista de lo que Él dijo que haría, el discípulo cree en lo que ya Dios hizo en su muerte y resurrección y ascensión. La esencia de la fe es mirar al Invisible y creer en sus promesas que son verdad. ¡No es el momento de mirar las circunstancias ni la imposibilidad! La fe genuina descansa en lo que Dios ha prometido. ¿Cuál es la moneda de cambio con las promesas de Dios? Fe y obediencia. Cuando la Vida se hace presente, Él puede eliminar con Su presencia, contacto y con el poder de Su Palabra, la enfermedad y cualquier desgracia del hombre (Juan 6:37). ¡Jesús puede curar cualquier enfermedad! Hay realidades que a la luz de la muerte de Jesucristo, resurrección y ascensión a la diestra del Padre no son verdad. ¡Porque Jesús es el camino la verdad y la vida! Abram es conocido como el padre de la fe. Cualquiera se siente intimidado por la fe de Abram hasta que descubre que también luchó y creyó en esperanza contra esperanza y cómo esa lucha no le impidió recibir de Dios (Romanos 4:18-22). Sin embargo, le tomó a Dios decirle a Abraham la promesa varias veces antes de que Abraham estuviera completamente convencido. La sexta vez que Dios prometió, Sara se río. El primer fundamento para la sanidad divina es confiar en el poder del Señor Jesucristo, Dios puede (Marcos 9:21-23; 2:1-12; Mateo 9:1-8; Lucas 5:17-26). ¿Cuál es el primer problema que surge frente a la enfermedad? ¿Será qué Dios todavía hace milagros y sanidades? Sin embargo, los que abrieron un agujero para colocar al paralitico delante de Jesús, ellos creían que Jesús podía y quería sanar. En el caso del paralitico el Señor empezó por las necesidades espirituales que eran mayores que su necesidad física. Jesús eligió primero lo que sus críticos tenían por más fácil y de esa forma demostrar que era capaz de hacer lo que daban por más difícil. Aquí Jesús demostró su poder de perdonar mediante el poder de sanar.
El segundo fundamento para obtener sanidad divina es confiar en la voluntad (promesas) del Señor Jesucristo, Dios quiere sanar (Marcos 1:40-45; Mateo 8:1-4; Lucas 5:12-16). ¡El leproso ya sabía que Jesús tenía el poder para sanar cualquier enfermedad! Ahora, la lucha se encontraba en la voluntad de Dios. El problema a resolver en algunas personas no se relaciona con el poder de Dios, la lucha es con la voluntad de Dios, ¿Quiere Dios sanarme? Dios tiene el poder para sanar (Dios puede), y también tiene la voluntad y el buen deseo de sanar (Dios quiere). La fe de todos los hombres de Dios fue probada, la fe que no es probada no es fe. Betesda significa casa de misericordia, y cuáles fueron las palabras de Jesús a un paralitico que llevaba 38 años con esa enfermedad (Juan 5:6-18). ¿Cuál fue el objetivo de Jesús al venir al mundo? (Lucas 4:18). El Espíritu de Yahwéh está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; y a predicar el año agradable del Señor Yahwéh. ¡Es un peligro ofrecer ayuda a quien no la pide ni la quiere! El tercer fundamento bíblico para obtener la sanidad divina es confiar en los actos del Señor Jesucristo, todo está consumado y Dios ya lo hizo (Hebreos 4:1-4; 1 Pedro 2:24; Isaías 53:5; Mateo 8:14-17). La fe es creer que Dios puede, que Dios quiere y que Dios ya lo ha hecho. Una fe perfecta es la que puede proclamar que Dios puede, quiere y que lo ha hecho. ¡Empiece a profetizar vida y dar gracias al Eterno por adelantado! (Ezequiel 37:1-12). El cuarto fundamento bíblico para obtener la sanidad del cielo es orar creyendo que Dios oye y responde la oración, eso es tomarle la Palabra a Dios (Salmo 103:13-14; Mateo 7:7-11; Juan 14:13-14; 15:7). Marcos 11:23-24). Tengan fe en Dios. Porque de cierto les digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no fuere incrédulo en su corazón, sino que creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, les digo que todo lo que pidan orando, crean que lo recibirán, y les vendrá. El quinto fundamento para lograr la sanidad divina es la fe como respuesta de lo que Dios espera del hombre, por gracia y por fe se recibe la sanidad (Mateo 9:27-31). La fe es la gran condición para recibir los favores de Jesucristo. ¡Todo aquel que tiene una fe viva, porque donde hay fruto es evidencia de una raíz viva! (Marcos 11:23-24; Salmo 105:37; Juan 15:7). El Señor lo llama a demostrar la verdad de esa unión con Él, hay que creer y recibir el flujo de esa vida (Romanos 11:17- 18). ¿Por qué muchos creyentes fallan en ejercer la fe para la curación de sus cuerpos? Una cosa es recibir gracia para resistir el dolor, y otra recibir gracia para recibir la sanidad (2 Corintios 4:10- 11). ¿Por qué resistió Jesucristo tres veces a la muerte? (Lucas 4:29-20; Juan 7:1; 8:59). Porque su tiempo todavía no había llegado, él tenía una hora y un momento designado por el Padre y no podía morir en ningún otro lugar que no fuera el Gólgota. ¡Cualquier llamada del infierno para dejar el mundo debe ser resistida! Cualquier partida prematura fuera de la soberanía de Dios debe ser rechazada (2 Timoteo 1:7; Isaías 43:13). Es la hora de tocar el borde del manto de Jesús y desprender de él virtud (Marcos 6:53-56; 5:25-34). El tercer beneficio al buscar a Yahwéh con la actitud correcta es que la justicia va delante abriendo el camino y detrás la protección de la gloria de Elohim protegiendo la retaguardia (Génesis 15:1; Éxodo 14:19-20; 2 Crónicas 16:9; Salmo 125:2; Zacarías 2:5; Éxodo 14:20; Daniel 6:22). La retaguardia es el lugar de mayor peligro, fue allí donde Amalec concentró el ataque contra un pueblo cansado y trabajado, y no tuvo ningún temor de Yahwéh más bien levanto la mano contra el trono del Altísimo.
El cuarto beneficio cuando se busca al Eterno con la actitud correcta, hay respuesta a las oraciones que se hacen en el nombre de Jesús (Isaías 58:9). Cuando un adorador desecha el yugo de la opresión, cuando quita de en medio esa esclavitud, el dedo acusador y la lengua maliciosa (Santiago 3:1-12). Cuando el pueblo de Dios aprende a quitar los obstáculos que dañan la relación con él, la respuesta es segura (Salmo 91:15; Isaías 65:24; Zacarías 13:9; Lucas 11:9; Juan 15:7). El quinto beneficio cuando se busca al Señor con la actitud correcta, cuando el creyente obra con benevolencia (generosidad, compasión, bondad), compartiendo el pan con el hambriento y saciando al alma afligida, entonces en medio de cualquier tiniebla brillará la luz y la oscuridad será como el medio día (Isaías 58:10; Proverbios 11:25: 22:9; Lucas 6:38; 2 Corintios 9:6). La benevolencia tiene la promesa de traer luz espiritual (Isaías 60:1; Malaquías 4:2; 2 Corintios 3:18). El sexto favor al adorar con la actitud correcta es contar con la guía divina (Isaías 58:11). Dios promete pastorear siempre a ese pueblo, saciar el alma en cualquier sequía, dar vigor a los huesos, y experimentar una vida productiva llena de satisfacción (Juan 4:10-14: Salmo 1:3; 23:1-4). En medio de cualquier desierto el justo siempre dará fruto. La figura del pastor habla de la relación y el cuidado del Eterno con su pueblo. El séptimo favor al adorar en espíritu y en verdad es la promesa de edificar las ruinas antiguas, ser un reparador de portillos, y ser un restaurador de calzadas para habitar (Isaías 58:12). Al final se trata de una adoración interna y externa, que involucra todas las facultades espirituales, morales y físicas (Marcos 12:28-34; Mateo 22:34-40). El culto de los hipócritas es labios, pero el corazón está lejos de Dios. Cuando el Eterno escudriña el corazón, sabe perfectamente la motivación de ese adorador (Jeremías 12:2).
Artículo escrito por: Rubén A. Sandoval, Senior Pastor